sábado, 19 de mayo de 2012

El arzobispo de Oviedo muestra su apoyo a Monseñor Juan Antonio Reig Pla.



Monseñor Jesús Sanz Montes, arzobispo de Oviedo, ha escrito una carta en la que muestra su apoyo a Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, recalcando que las declaraciones realizadas tanto por la Iglesia Católica como por los obispos no son ninguna discriminación hacia las personas de tendencia homosexual, sino más bien todo lo contrario:

Mi solidaridad con el obispo, mi respeto a los homosexuales

El Obispo de Alcalá de Henares, Mons. Juan Antonio Reig, está siendo objeto de una dura ofensiva que en nombre de pretendidas tolerancias que tienen el rasero mezquinamente ideologizado, le dicen todo tipo de lindezas: que se vaya, que se calle, que sea vetado, proscrito. Es la dictadura de una falsa democracia, inclemente y radical, de unos señores que se empeñan en adueñarse de la escena, cobrar peaje por entrar y amenazan con expulsarte de su plató si te sales de sus guiones. El delito de presunta alta traición de este Obispo, la gravedad que dicen que tuvieron sus palabras en la homilía del Viernes Santo, consiste en haber dicho que hay gente destruida no por la homosexualidad, sino por la vivencia desgarradora de esa circunstancia, tan desgarradora que terminan destruidos afectiva y psicológicamente. No son tonterías con las que jugar, porque hay mucho sufrimiento en liza, que debe ser tratado sin banalización y con inmensa delicadeza y misericordia. Esta es la actitud de la Iglesia y a la que no queremos ni podemos renunciar. Que quieran censurar a un Obispo como Mons. Reig, que lo quieran excluir como si fuera un proscrito, por haber dicho lo que cualquier Obispo podemos y debemos decir en virtud de lo que creemos, con respeto y con verdad, es señal del cinismo hipócrita con el que algunos representantes de sus ideologías con carnet, pretenden asustar con amenazas como si fueran el ‘Gran Gendarme’ del personal. No es algo aislado, sino el ataque frontal contra la Iglesia (da igual contra quién dentro de ella: el Papa, los Obispos, los sacerdotes, los religiosos, los laicos), porque la Iglesia no claudica ni se rinde ante estas presiones. Lo hacemos con la humildad de sabernos igualmente vulnerables, pobres, incoherentes y pecadores, pero no por eso podemos ni queremos traicionar la verdad que Dios nos ha revelado sobre el hombre y la mujer, y sobre el sentido del amor y la sexualidad. Vaya aquí todo mi afecto y solidaridad con este hermano Obispo. Pero, igualmente manifiesto mi respeto solidario a las personas homosexuales que no quieren vivir en ningún infierno de escarnio y reprobación, ni en ningún infierno de falsedad. Son muchos los que piden ayuda –como hacemos los demás– para vivir serenamente la circunstancia en la que nos jugamos nuestra verdad, nuestra libertad, nuestra conciencia, y nuestra respuesta a Dios que nos ama de veras, como nadie, tal y como somos cada cual.

Sabemos lo que decimos sobre estos hermanos

He tenido que atender a personas homosexuales que venían a pedirme ayuda en un momento de confusión, de duda, de dolor, de incomprensión ajena y de incomprensión propia. Personas llenas de dignidad que tienen que habérselas con una situación compleja para la que no tienen palabras y que ellos mismos no terminan de comprender tantas cosas que les llenan de interrogantes. Se hace mal cuando estas personas son objeto de ironías burlescas, de desprecios groseros, de violencias diversas, de abandonos indiferentes. Como sacerdote he tenido que escuchar a no pocos de ellos en mis años de estudios en Austria o en Madrid. Me llamaba la atención cómo ellos no banalizaban su difícil situación, cómo no querían una defensa de sus derechos cuando no eran sus derechos como personas lo que estaban en entredicho, cómo se distanciaban tanto de los lobbies gays por los que no se sienten representados, como de los que les están utilizando desde la ideología de género. La realidad cotidiana de muchas personas homosexuales es tremendamente más dura y contradictoria que cuanto exhiben las caravanas de los días del orgullo (¿?) gay. Quienes hemos tenido que acompañarlos pastoral y humanamente, sabemos lo que decimos sobre estos hermanos. Yo salgo en defensa de los homosexuales con todo mi respeto humano y cristiano, y por eso estoy de acuerdo con mons. Reig.

Los homosexuales no deben ser objeto de discriminación

Lo que la Iglesia Católica piensa sobre la homosexualidad, recoge el respeto grande que estas personas nos merecen. Tal y como dice el nº 2358 del Catecismo de la Iglesia, ellas «deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición». Así tratamos de hacerlo cuando nos vienen con discreción a pedir un consejo, una ayuda moral, un sacramento. Y realmente puedo decir que la paz serena con la que se marchan, es la señal de que al menos han tenido un encuentro con alguien que no les ha utilizado, ni despreciado, ni se ha reído de ellos, sino que por el contrario han tratado samaritanamente a un hermano apaleado que pedía ayuda sin más.


Nos alegra ver que otro miembro importante de la Iglesia Católica en España ha mostrado apoyo público al obispo de Alcalá de Henares frente a la campaña iniciada contra Monseñor Reig Pla y contra la doctrina de la Iglesia Católica por parte de algunos sectores socio-políticos caracterizados históricamente por su mezquino y enfermizo odio contra la religión tradicional de nuestro país.

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