Monseñor Jesús Sanz Montes,
arzobispo de Oviedo, ha escrito una carta en la que muestra su apoyo a Juan
Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, recalcando que las declaraciones
realizadas tanto por la Iglesia Católica como por los obispos no son ninguna
discriminación hacia las personas de tendencia homosexual, sino más bien todo
lo contrario:
Mi
solidaridad con el obispo, mi respeto a los homosexuales
El Obispo de Alcalá de Henares,
Mons. Juan Antonio Reig, está siendo objeto de una dura ofensiva que en nombre
de pretendidas tolerancias que tienen el rasero mezquinamente ideologizado, le
dicen todo tipo de lindezas: que se vaya, que se calle, que sea vetado,
proscrito. Es la dictadura de una falsa democracia, inclemente y radical, de
unos señores que se empeñan en adueñarse de la escena, cobrar peaje por entrar
y amenazan con expulsarte de su plató si te sales de sus guiones. El delito de
presunta alta traición de este Obispo, la gravedad que dicen que tuvieron sus
palabras en la homilía del Viernes Santo, consiste en haber dicho que hay gente
destruida no por la homosexualidad, sino por la vivencia desgarradora de esa
circunstancia, tan desgarradora que terminan destruidos afectiva y
psicológicamente. No son tonterías con las que jugar, porque hay mucho
sufrimiento en liza, que debe ser tratado sin banalización y con inmensa
delicadeza y misericordia. Esta es la actitud de la Iglesia y a la que no
queremos ni podemos renunciar. Que quieran censurar a un Obispo como Mons.
Reig, que lo quieran excluir como si fuera un proscrito, por haber dicho lo que
cualquier Obispo podemos y debemos decir en virtud de lo que creemos, con
respeto y con verdad, es señal del cinismo hipócrita con el que algunos
representantes de sus ideologías con carnet, pretenden asustar con amenazas
como si fueran el ‘Gran Gendarme’ del personal. No es algo aislado, sino el
ataque frontal contra la Iglesia (da igual contra quién dentro de ella: el
Papa, los Obispos, los sacerdotes, los religiosos, los laicos), porque la
Iglesia no claudica ni se rinde ante estas presiones. Lo hacemos con la
humildad de sabernos igualmente vulnerables, pobres, incoherentes y pecadores,
pero no por eso podemos ni queremos traicionar la verdad que Dios nos ha
revelado sobre el hombre y la mujer, y sobre el sentido del amor y la
sexualidad. Vaya aquí todo mi afecto y solidaridad con este hermano Obispo.
Pero, igualmente manifiesto mi respeto solidario a las personas homosexuales
que no quieren vivir en ningún infierno de escarnio y reprobación, ni en ningún
infierno de falsedad. Son muchos los que piden ayuda –como hacemos los demás–
para vivir serenamente la circunstancia en la que nos jugamos nuestra verdad,
nuestra libertad, nuestra conciencia, y nuestra respuesta a Dios que nos ama de
veras, como nadie, tal y como somos cada cual.
Sabemos
lo que decimos sobre estos hermanos
He tenido que atender a personas
homosexuales que venían a pedirme ayuda en un momento de confusión, de duda, de
dolor, de incomprensión ajena y de incomprensión propia. Personas llenas de
dignidad que tienen que habérselas con una situación compleja para la que no
tienen palabras y que ellos mismos no terminan de comprender tantas cosas que
les llenan de interrogantes. Se hace mal cuando estas personas son objeto de
ironías burlescas, de desprecios groseros, de violencias diversas, de abandonos
indiferentes. Como sacerdote he tenido que escuchar a no pocos de ellos en mis
años de estudios en Austria o en Madrid. Me llamaba la atención cómo ellos no
banalizaban su difícil situación, cómo no querían una defensa de sus derechos
cuando no eran sus derechos como personas lo que estaban en entredicho, cómo se
distanciaban tanto de los lobbies gays por los que no se sienten representados,
como de los que les están utilizando desde la ideología de género. La realidad
cotidiana de muchas personas homosexuales es tremendamente más dura y
contradictoria que cuanto exhiben las caravanas de los días del orgullo (¿?)
gay. Quienes hemos tenido que acompañarlos pastoral y humanamente, sabemos lo que
decimos sobre estos hermanos. Yo salgo en defensa de los homosexuales con todo
mi respeto humano y cristiano, y por eso estoy de acuerdo con mons. Reig.
Los
homosexuales no deben ser objeto de discriminación
Lo que la Iglesia Católica piensa
sobre la homosexualidad, recoge el respeto grande que estas personas nos
merecen. Tal y como dice el nº 2358 del Catecismo de la Iglesia, ellas «deben
ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos,
todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar
la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de
la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su
condición». Así tratamos de hacerlo cuando nos vienen con discreción a pedir un
consejo, una ayuda moral, un sacramento. Y realmente puedo decir que la paz
serena con la que se marchan, es la señal de que al menos han tenido un
encuentro con alguien que no les ha utilizado, ni despreciado, ni se ha reído
de ellos, sino que por el contrario han tratado samaritanamente a un hermano
apaleado que pedía ayuda sin más.
Nos alegra ver que otro miembro
importante de la Iglesia Católica en España ha mostrado apoyo público al obispo
de Alcalá de Henares frente a la campaña iniciada contra Monseñor Reig Pla y
contra la doctrina de la Iglesia Católica por parte de algunos sectores
socio-políticos caracterizados históricamente por su mezquino y enfermizo odio
contra la religión tradicional de nuestro país.
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