Don Juan Antonio Reig Pla, obispo de
Alcalá de Henares, pronunció recientemente una magistral conferencia en el
Congreso Mundial de las Familias que se está celebrando en la ciudad de Madrid.
El obispo, perseguido mediáticamente desde hace un tiempo por lobbies
políticos sociales de la más diversa índole pero caracterizados en común por su
desprecio hacia la religión católica, trató en su conferencia los mayores
problemas que afectan al modelo familiar en el día de hoy y las causas que
explican el por qué la institución familiar cada vez es menos valorada y tomada
en serio.
Hemos optado por reproducir
íntegramente la conferencia de Monseñor Reig Pla para que todos aquellos
interesados puedan disfrutar de los contenidos de la misma:
LA
FAMILIA SIN IDEOLOGÍAS
Afirmaba el beato Juan Pablo II en
su Exhortación Apostólica Familiaris consortio (1981) que “la
familia, en los tiempos modernos, ha sufrido quizá como ninguna otra
institución, la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas
de la sociedad y de la cultura” (FC 1). Estas transformaciones son
descritas por el Papa en la primera parte de la Exhortación, titulada “Luces
y sombras de la familia en la actualidad” (FC 4-10).
Siendo preocupante el análisis que
se hace en la Familiaris consortio sobre la situación de la familia, lo
peor estaba por llegar: la emergencia de un nuevo paradigma cultural propiciado
por la revolución sexual. Esta revolución, en la que convergen a la vez
aspectos del pensamiento marxista-freudiano y liberal, se venía gestando como
un “nuevo paradigma liberacionista” desde la primera mitad del siglo pasado y
tuvo sus manifestaciones externas en el conocido mayo francés de1968. En poco
tiempo, y favorecida por la llamada “píldora anticonceptiva”, la revolución sexual
hacía su entrada con tres postulados muy definidos: la ruptura entre la
sexualidad y la procreación; la ruptura entre la sexualidad y el matrimonio; y
finalmente la desvinculación entre la sexualidad y el amor. Esta cultura de la
separación tiene sus fundamentos en el dualismo antropológico, en la autonomía
moral afirmada desde el individualismo y el relativismo, de donde deriva un
concepto perverso de libertad que no se fundamenta en la verdad de la persona y
del matrimonio. Como escenario de fondo, estos postulados nacen del secularismo
y de la negación de Dios.
Después de aquella primera entrada
de la revolución sexual, hoy los ataques a la familia vienen propuestos por la
llamada ideología de género y por las nuevas teorías “queer” y “cyborg”. Éstas
atentan directamente sobre la naturaleza de la persona, negando el sustrato
antropológico que sustenta tanto el matrimonio como la familia.
Los pasos que sigue esta segunda
entrada de la revolución sexual están también perfectamente definidos:
deconstruir la sociedad a base de deconstruir el matrimonio y la familia,
deconstruir la educación y la cultura, deconstruir la persona y deconstruir las
bases de la antropología cristiana. Si el instrumento que facilitó la primera
revolución sexual fue la “píldora anticonceptiva”, en este caso los
instrumentos son las llamadas intervenciones de “reasignación” de sexo, la
manipulación de embriones humanos, la reproducción asistida y una cultura
dominante que, propiciada por el emotivismo y la manipulación del lenguaje,
pretende promover los postulados del feminismo radical, del lobby gay, del
relativismo moral y de la filosofía constructivista.
El principal postulado de la
ideología de género es negar la diferencia sexual y afirmar que la sexualidad
es un producto de la cultura. Deconstruida la antropología cristiana, lo que
queda es reconducir la orientación sexual a una simple opción. Todo lo demás
queda justificado por el principio de no discriminación y tolerancia.
Los síntomas que ponen de
manifiesto la ideología de género son los llamados modelos de familias, las
uniones de personas del mismo sexo con la posibilidad de adopción de niños, la
reproducción asistida, incluso en personas solteras, la llamada salud
reproductiva, etc. A su vez, los instrumentos utilizados para la difusión de
esta ideología son la educación sexual en las escuelas, la promoción de nuevos
derechos humanos, y los cambios legislativos que acaban por destruir el derecho
civil matrimonial, por vaciar de contenido los derechos del niño y por
favorecer la destrucción de la vida humana. Nos encontramos ante una imponente
“estructura de pecado” que introduce un nuevo paradigma, un nuevo sistema
cultural de carácter totalitario: la dictadura del relativismo y la ideología
de género favorecidas por la gobernanza global y los poderes económicos.
Para afrontar este colosal desafío
es necesario partir de los fundamentos antropológicos recogidos en la llamada
teología del cuerpo del venerado beato Juan Pablo II. En concreto hay que tener
en cuenta dos tesis fundamentales: la unidad sustancial cuerpo-espíritu y la
redención del cuerpo, o lo que es lo mismo, la unidad de la persona en el ser y
en el obrar. Con estas dos tesis se puede responder al dualismo antropológico y
a la reducción del amor a la simple emoción o sentimiento incapaces de
construir una historia amorosa perdurable en el tiempo. De la mano del beato
Juan Pablo II afirmamos que el cuerpo no es una simple prótesis del “yo”, ni
material biológico a merced de la libertad de la persona. El cuerpo es la
visibilización de la persona, como un “sacramento” de la persona. Del mismo
modo la sexualidad es una dimensión esencial de la persona que es a la vez
espiritual-corporal y vive su vocación al amor desde la diferencia varón-mujer.
La gracia de Jesucristo redime el corazón humano para que, en el lenguaje del
cuerpo, se pueda expresar el amor que atraviesa todos los dinamismos de la
persona. La virtud de la castidad posibilita integrar en el acto libre del amor
conyugal los dinamismos fisico-biológicos, los psíquicos y los espirituales.
Desde estos presupuestos, y
utilizando los elementos de la antropología cristiana, el amor conyugal hay que
presentarlo como un amor plenamente humano, total, fiel, exclusivo y fecundo.
Por el sacramento del matrimonio los esposos reciben una efusión del Espíritu
que les hace participar de la alianza Cristo-Iglesia (vínculo conyugal) y les
concede la gracia de la caridad conyugal para que puedan amarse con el mismo
amor de Cristo manifestado en la cruz.
Una vez propuesta la verdad del
amor conyugal, hemos de extraer sus consecuencias para desenmascarar la
ideología de género que se asienta en el dualismo antropológico y en la
negación de la diferencia sexual varón-mujer. El núcleo central de esta
ideología es el “dogma” pseudocientífico según el cual el ser humano nace
“sexualmente neutro”. Hay, se dice, una absoluta separación entre sexo y
género. El género no tendría ninguna base biológica, sería una mera
construcción cultural. Desde esta perspectiva la identidad sexual y los roles
que las personas de uno y otro sexo desempeñan en la sociedad son productos
culturales, sin base alguna en la naturaleza.
Además de desvelar las bases
antropológicas del matrimonio y la familia, hemos de resaltar el carácter
institucional del matrimonio natural y el gran bien social que supone la
familia. Superando el emotivismo y el reduccionismo utilitarista que se hace
del amor, hemos de presentar la institución matrimonial como la custodia del
amor y la garantía de su perdurabilidad. El matrimonio es una institución
prevista por el Creador para la comunión entre los esposos y la procreación.
Ambas dimensiones son elementos esenciales para el bien común que las leyes
deben proteger. La familia que nace de la unión sacramental de un solo hombre
con una sola mujer abiertos a la vida es la mejor escuela de sociabilidad y
auténtico patrimonio de la humanidad.
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