La Catedral de La Almudena de Madrid
permaneció cerrada hasta pasadas las cuatro de la tarde de este último jueves a
causa de un artefacto explosivo que fue colocado en el interior del edificio y
que tuvo que ser desactivado por miembros de las fuerzas policiales. La Policía
Nacional fue avisada por un sacerdote que había encontrado el artefacto
(compuesto por 200 gramos de pólvora, un kilo de tornillos y una bombona de
butano) junto a un confesionario.
Como ha sido habitual cada vez que se
ha vivido un incidente así, las autoridades tratarán de quitar importancia a lo
sucedido diciendo que es un “caso aislado”. Pero no es así porque, durante los
últimos años, los incidentes de este tipo o similares acaecidos en templos
católicos no han sido escasos precisamente: cuando no han sido robos y
profanaciones de objetos sagrados, los “casos aislados” han sucedido mediante
alteraciones durante el transcurso de las celebraciones eucarísticas. Y nada de
esto ha sido casual.
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