El Papa su Santidad Benedicto XVI, que
actualmente se encuentra de viaje diplomático en Líbano, ha llamado a los
políticos, diplomáticos, religiosos, hombres y mujeres del mundo de la cultura
de ese país a ser ejemplo de paz y a “dar testimonio con valor en su
entorno, a tiempo y a destiempo, de que Dios quiere la paz y que confía en la
paz”, un compromiso que “sólo será posible en una sociedad unida”
y “por el respeto constante de la dignidad de cada persona y su
participación responsable según sus capacidades, aportando lo mejor que tiene”.
En esta línea, Benedicto XVI ha asegurado que “con el fin de construir y
consolidar la paz, hay que volver incansablemente a los fundamentos del ser
humano”. Ahondando aún más en el tema, el Papa ha justificado que “si se
quiere la paz” hay que “defender la vida”, algo que “descalifica
la guerra y los actos terroristas” y también “todo atentado contra la
vida del ser humano, criatura querida por Dios”,señalando que “aún
siendo más evidentes en los países que sufren conflictos armados, los atentados
contra la integridad y la vida de las personas existen también en otros países”.
Como suele hacer habitualmente,
Joshep Ratzinger ha dejado más de una reflexión interesante. Desde luego, las
sociedades del mundo occidental actualmente no suelen encontrarse en situación
de inestabilidad política, más allá de ocasionales sucesos; sin embargo, es muy
cierto que la vida y la integridad del ser humano no son derechos fundamentales
tan comprendidos y defendidos como se debiera en los países desarrollados, muy
al contrario de lo que predican las Constituciones y las clases políticas de
turno: como mejor ejemplo, tenemos el crimen del aborto, un crimen tolerado y
legalizado que atenta claramente contra el derecho a la vida y contra el
derecho a la integridad de seres humanos que por sus circunstancias no han
podido terminar de desarrollarse en el útero de sus madres antes de salir al
mundo.
Pero, probablemente, lo mejor de
Joshep Ratzinger sea su ejemplo personal de compromiso por la paz. Mientras los
líderes y responsables políticos de todo el mundo hacen cálculos y pronósticos
acerca de lo que supondría un grave conflicto bélico en Oriente Próximo,
tratando de hacer creer a la población al mismo tiempo que su objetivo es el de
lograr llevar la estabilidad a aquellas naciones orientales, el Papa acude allí
en persona para dialogar con representantes de las diferentes comunidades que
cohabitan en los países como Líbano. Una vez más, frente a la arrogancia,
prepotencia y egoísmo de la clase política gobernante en el mundo se ha vuelto
a imponer la sencillez, la humildad y el verdadero compromiso del representante
de todos los católicos del mundo.
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