José Luis Rodríguez Zapatero fue presidente
de Gobierno en España durante siete largos años, tiempo en el cual el PSOE sacó
adelante todos los proyectos políticos que le vinieron en gana apelando a la
legitimidad que las urnas electorales le habían concedido (y a muchos acuerdos
obtenidos con partidos separatistas en el Congreso de los Diputados): Ley de
Memoria Histórica, nueva Ley del Aborto, Ley del conocido como “divorcio
express”, Ley Antitabaco, aumento de la edad de jubilación de los 65 a los 67
años... El caso es que, después de haber defraudado profundamente a los
españoles imponiendo un relativismo moral en todos los ámbitos de la vida y
tras haber sido incapaz de hacer frente a la brutal crisis económica que
sufrimos desde hace años, el PSOE se vio desplazado del Gobierno y del control
del Congreso de los Diputados por la que había sido su oposición, el Partido
Popular... Todo esto, en el mundo de la política, no sorprendería a nadie
porque es algo completamente normal: un partido gobierna, lo hace mal y las
urnas lo sustituyen por otro.
Pero al PSOE parece que no le gusta estar
fuera del poder. Primero trató de echar abajo el actual Gobierno del Partido
Popular a base de movilizaciones sindicales en la calle, con lemas y protestas
justas pero controladas por una oposición que carecía de la legitimidad
necesaria para reprochar al Gobierno el desastre económico. En vista de que la
memoria parece ser muy selectiva, no estaría de más recordar que el Gobierno
del PSOE también realizó reformas a petición de la Unión Europea.
Pero lo más sorprendente es que ahora, tras
meses de dirigir las arremetidas sociales contra el Gobierno, desde el PSOE
proponen una especie de “frente único” para que los dos grandes partidos se
mantengan unidos y en la misma dirección ante las exigencias de la Unión
Europea, para quien la recuperación económica de España ya resulta algo
calificable de “milagroso”. Esta propuesta, que ha sido comentada a los medios
de comunicación por Emiliano García-Page, el alcalde de Toledo, resulta similar
a la que propuso en su momento José Bono tiempo antes de las últimas elecciones
generales.
La historia es la de siempre: el partido
gobernante, al tener el control del Estado y los medios del poder, tiene
siempre la sensación de que va por el camino correcto y todas sus medidas son
acertadas; mientras tanto, el principal partido de la oposición trata de
hacer ver al resto de la sociedad la ineficacia de los gobernantes en cualquier
asunto. Esta historia, tan real y antigua como la vida misma, lleva décadas
siendo protagonizada en España por el PP y el PSOE mientras ambos cambian, de
forma regular, el papel de protagonista y opositor.
Pero, en ocasiones, sucede que el opositor
propone una especie de alianza para disfrutar del poder del que gozó hasta hace
no mucho; ocasiones en las que, normalmente, el gobernante se niega a ceder su
absoluto dominio tras haber estado esperando ese momento durante años...
Aunque, si se mira de esta manera, la idea del “frente único” de PP y PSOE no
es tan descabellada: ambos han obedecido los dictámenes marcados por los
mercados y la Unión Europea, ambos han tolerado el crimen del aborto como ley,
ambos han tenido sus cesiones a la banda terrorista ETA y al entorno político
abertzale, ambos tienen a personas de su entorno vinculadas a los responsables
de las principales entidades bancarias en España... como podemos ver, PP y PSOE
tienen más cosas en común de lo que parece; otra cosa muy distinta sería que
esa alianza entre el bipartidismo trajera consecuencias positivas para los
españoles. Tanto el PP como el PSOE son responsables directos de los problemas
que sufre España, por lo que muy difícilmente van a poder solucionarlos cuando
ellos, además, son una parte del problema.
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