En esta entrevista realizada para el portal Aleteia, el Obispo de Alcalá de Henares
Juan Antonio Reig Pla habla, con la valentía a que nos tiene acostumbrados,
sobre la reforma de la ley del aborto que no llega y sobre las opciones de los
católicos en la política española actual.
El ministro de Justicia ha prometido en muchas
ocasiones una reforma de la ley del aborto, sin embargo esta no llega. ¿Cómo
valora el retraso del Gobierno en presentar la reforma de la ley? ¿Por qué?
Las presiones que está recibiendo el
PP podemos imaginar que son muchas, fuera y dentro del partido. Sin embargo no
podemos olvidar su promesa electoral, ni la presencia de cargos significativos
del partido en todas las manifestaciones y movilizaciones que en España ha
habido en los últimos años para promover la derogación de la ley del aborto.
Teniendo en cuenta estos hechos, si el retraso significara vacilación o vuelta
atrás, habría que entenderlo como un verdadero fraude. Lo que se debate con la
derogación de la ley del aborto es apostar por la civilización del amor o
quedar atrapados por la cultura de la muerte.
No. Entre la vida y la muerte no hay
una situación intermedia. No se puede abolir la esclavitud permitiendo un
poquito de libertad. La vida y la libertad son bienes indivisibles. El único y
verdadero progreso es la derogación de la ley que permite el aborto. Nunca la
muerte de inocentes puede ser considerada un mal menor. Afirmar el derecho al
aborto como está en la ley actualmente en vigor es entronizar el despotismo de
la libertad individual y el totalitarismo del Estado.
Muchas veces las leyes o la política están basadas en
encuestas y en la opinión pública. ¿Puede estar el Derecho a la Vida a merced
de lo que opinen las mayorías?
No. En la democracia no es
suficiente afirmar el positivismo jurídico o la voluntad de las mayorías. Una
democracia que no esté impregnada de los valores que defienden la dignidad de
la vida humana o el bien social del matrimonio y de la familia, queda vaciada
de contenido. Hay bienes que son anteriores al Estado, y que cualquier
legislación tiene que respetar. Lo contrario es afirmar la arbitrariedad y la
dictadura de las mayorías.
¿En España hay un auténtico movimiento civil contra el
aborto, o más bien fuera de los católicos la sociedad lo ha aceptado
pasivamente?
En España el movimiento pro vida y
las asociaciones en defensa de la familia, fundada en el matrimonio entre un
hombre y una mujer, han crecido en los últimos años y forman una red tupida,
que ha podido emerger en varias manifestaciones en nuestro país. En estas
asociaciones, la mayor parte civiles, se pone de manifiesto todo un programa
donde hay católicos y otras personas con otros credos. Es verdad que la luz de
la fe y del Evangelio de Cristo son decisivas para discernir lo que está en
juego en el derecho a la vida y su dignidad. La fe nos enseña que la vida
humana no sólo es digna porque pertenece a alguien, sino que es sagrada porque
procede de Dios. La mejor defensa de la vida humana es el mandamiento divino:
“No matarás”.
En España no existe un partido político que defienda
la vida. ¿Cómo pueden defenderse políticamente los católicos? ¿Mediante la
abstención?
Ahora mismo en el Parlamento español
no hay ningún partido político que defienda en su integridad la doctrina de la
Iglesia Católica sobre bienes tan esenciales como la vida humana, el valor del
matrimonio, el gran bien social de la familia, la auténtica libertad de
enseñanza, la justicia social y la solidaridad para con los más empobrecidos.
Estos bienes que son innegociables tienen que orientar el voto católico. No es
suficiente aceptar el mal menor que nos ha traído en los últimos años tantas
leyes inicuas. Los católicos deben de ser conscientes de su responsabilidad en
la política y de lo que se juega en las votaciones y en la participación en las
instituciones de la vida social.
Diversos colectivos defienden el aborto como un
derecho a decidir ¿Es el ser padre un derecho o una elección?
Reducir el derecho a la vida a la
libertad o al derecho a elegir por parte de quien es responsable de la vida
humana es un sofisma. En el caso del aborto el derecho a elegir coincide con el
derecho a destruir la vida del inocente. Si esto fuera así tendríamos que
aceptar que la vida en sociedad es un ámbito que se construye para la
destrucción de la vida humana, lo cual es un absurdo. Vivimos en sociedad para
ayudarnos unos a otros, para alcanzar juntos el bien común o el desarrollo en
plenitud de cada vida humana. La responsabilidad del padre y de la madre es
custodiar desde el amor la vida del concebido. Toda la sociedad debe colaborar
subsidiariamente para que esta responsabilidad pueda ser llevada a cabo. Las
políticas que crean progreso son aquellas que favorecen la presencia de nuevos
ciudadanos, la educación de los mismos en la familia y la ayuda mutua entre
todos. En este sentido podemos avanzar y construir una ciudad habitable para
todas las personas
Infovaticana
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