El pasado jueves 6 de diciembre tuvieron lugar, en Madrid y en
Barcelona, dos concentraciones para defender la unidad de España. La primera,
organizada por la fundación Defensa de la Nación Española, se convocaba bajo el
lema “España somos todos”; la segunda, cuya participación y organización tuvo,
indudablemente, mucho más mérito, fue fruto del trabajo de las mismas personas
que habían llamado a la rebelión cívica contra el separatismo catalanista el
pasado 12 de octubre.
Y, pese al trabajo que los miembros de -elmunicipiotoledo- tuvimos el
día 6 con motivo de la Jornada de Reflexión que habíamos organizado en la
ciudad de Toledo, en todo momento tratamos de estar enterados de lo que sucedía
en Madrid y en Barcelona.
Nuestra postura ante el asunto es bastante compleja. Por un lado, no
podemos ver con malos ojos una concentración con motivo de la defensa de la
unidad de España; por otra parte, no creemos conveniente que esa causa se
vincule por razones políticas a la defensa de la Constitución Española de 1978.
España es un proyecto histórico con más de cinco siglos de antigüedad
que todavía puede seguir aportando buenos frutos a Europa y al resto del mundo;
por eso, no vemos que sea lo más adecuado el relacionar la defensa de la unidad
de España con lo establecido en una Carta Magna, que ya es fruto de una serie
de ideas políticas en particular. Porque, ¿y si la Constitución no proclamara
la unidad indivisible de España? ¿Habría que defenderla igualmente?
Las leyes están para ser respetadas porque son el instrumento del
Estado para regir la convivencia dentro de una sociedad. No obstante, las leyes
y el Estado han de estar sujetos a una serie de principios inmutables que no
dependan de la voluntad de los gobernantes de turno. Y la persistencia de
España en el futuro como nación y como proyecto histórico ha de estar por
encima de intereses políticos particulares.
Por lo tanto, la desobediencia civil a una Constitución que no
defendiera la unidad de España estaría más que justificada por parte de todos
aquellos que consideramos que España es indivisible al margen de lo que señale
la Carta Magna actual.
Está claro que no todo en la Constitución Española de 1978 es malo.
Como mejor ejemplo de esto encontramos el Capítulo III, donde se establecen una
serie de principios que deben orientar toda política económica y social,
destacando la protección a las familias, el derecho a una vivienda digna, la
protección de la salud, la defensa de los consumidores… Sin embargo, ocurre lo
mismo que cuando se habla de la unidad indivisible de España: si la Norma
Suprema del ordenamiento jurídico establece unos principios y luego éstos no se
cumplen, ¿de qué sirve que aparezcan en la Constitución? ¿Y de qué sirve
defender una Constitución que no se cumple?
Aún asumiendo que, pese a sus fallos, la Constitución de 1978 pueda
tener algún capítulo positivo, tenemos muy claro que la defensa de la unidad de
España ha de ser defendida fuera de intereses políticos partidistas y no por lo
establecido en la ley, sino por el orgullo de pertenecer a una nación que ha llevado
la civilización a tierras en su día oscuras y sumidas en el horror y que ha
luchado por la unidad espiritual del continente europeo. Nuestros logros
históricos y lo que el futuro pueda depararnos, y no lo que establezca una
Constitución, son nuestros argumentos para defender y reivindicar la unidad
bajo el mismo proyecto de todas las gentes de España.
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