El diario ABC ha publicado unas declaraciones que líderes islamistas
ubicados en Europa, concretamente en Bélgica y Holanda, les han concedido. El
primero es Abu Imran, líder de ShariaforBelgium (Ley islámica para Bélgica): "Un
musulmán de verdad no utiliza la democracia para alcanzar el poder y establecer el islam. Participar en
las elecciones sin creer en ellas es un engaño. En un estado de guerra, está
permitido engañar a los enemigos, pero en asuntos de política no vemos a los
infieles como enemigos, sino aliados con los que establecer pactos".
Los representantes del mismo movimiento en Holanda responden de una manera
similar: "Como musulmanes, creemos que hay un pacto con los infieles
para que nuestras familias y nuestra riqueza estén protegidas, por eso no
podemos engañarles. Por eso somos sinceros y decimos alto y claro cuáles son
nuestras intenciones. Ya lo dijo Alá, el mundo entero estará regido por mis
leyes".
Barriadas
enteras de Europa, de ciudades como Múnich, Ámsterdam, Londres o Copenhague,
actualmente se encuentran bajo control de musulmanes que infringen las
normativas estatales e imponen a los miembros de su grupo la ley islámica, en
una especie de tribunales "alternativos" que dictan sus veredictos en
las mezquitas construidas durante los últimos años. En España ya se han dado
casos similares, especialmente en la región catalana.
¿Es el
islam un peligro para Europa y sus habitantes? Es un tema serio sobre el que
ampliamente se podría debatir.
Culturalmente
hablando, la llegada de una cantidad masiva de musulmanes que valoran su
identidad, unida al materialismo y al abandono de sus raíces culturales por
parte de los europeos, está resultando devastadora. Si a esto le añadimos su
índice de natalidad, mayor que el de los europeos, es una simpleza negar que
no estemos asistiendo a una invasión demográfica.
Frente
al peligro de la islamización, muchos hablan de la integración de los
musulmanes en las sociedades occidentales y la adopción de nuestros principios.
Resulta evidente que, pese al discurso de los partidarios del asentamiento de
personas foráneas en nuestras sociedades, el musulmán únicamente puede convivir
con la población autóctona si, previamente, ha sustituido aquellos elementos
culturales incompatibles con los nuestros. De no ser así, la presencia del
musulmán en nuestras localidades resulta muy difícil o casi imposible.
No
tenemos prejuicio alguno contra los musulmanes, porque nos parece una soberana
simpleza rechazar a alguien por el mero hecho de pertenecer a una cultura,
religión o raza diferente. Sin embargo, no hay más que analizar los hechos
diarios para comprobar que los musulmanes como religión son personas
incompatibles con los europeos. Por lo tanto, lo más recomendable para todos,
para ellos y para nosotros, es que cada cultura establezca su respectiva área
de influencia sobre la cual tratar de llevar una vida lo más justa y digna
posible.
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