Por,
José Antonio Chamorro Manzano
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Antecedentes:
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Todos los individuos humanos con uso de razón, y con independencia de
reconocernos creyentes o agnósticos o ateos, asumimos unos conceptos básicos
comunes de índole práctica filosófica.
Mediante
uno de tales conceptos, todos estamos ciertos de que la vida individual es de
duración temporal, e impredecible en cuanto a esa duración; sabemos que hemos
nacido y que en algún momento habremos de morir. Ese saber sobre nuestro destino
mortal, no nos sobrecogerá nada más que cuando existan indicios de que el
momento final esté ya próximo y sea final prematuro por causa de sentirnos aún
con capacidad suficiente como para poder continuar realizando nuestras
impulsivas funciones existenciales y nuestras concernientes actividades
pretendidas.
-
Entendemos que la muerte natural constituye un acto natural, consecuente al
acto natural de haber nacido, y aceptamos la muerte con naturalidad cuando
todavía la consideramos lejana. Luego, cuando lleguen presagios de cercanía de
la muerte, entrarán en acción instintiva los motivadores sentimentales que
obran en toda alma y que impulsan irresistibles a procurarse la supervivencia
natural, a efectos de poder cada alma completar la realización de su misión
existencial genérica, en la vida terrena.
De
modo simultáneo, en el alma actuarán también todos los demás motivadores
sentimentales o especulativos que constituyen y le dan su peculiar personalidad
a cada individuo. Uno de los cuales motivadores presentes en el alma y como ya
conocemos, es el de la sociabilidad fraterna de inspiración divina.
Pero
la experiencia propia y el conocimiento de la realidad social general, nos
llevan a reconocer que estamos expuestos a emplear más tiempo de nuestra vida
en actuar ignorando o contrariando la inspiración divina, más tiempo que en
conducirnos conforme a esa inspiración. Es decir, con carácter general estamos
expuestos a pasar más tiempo de nuestra vida comportándonos de manera egoísta y
hasta violenta y perversa con nuestros semejantes, más tiempo que a
comportarnos con afecto fraterno, altruista y benefactor para con nuestros
semejantes; ello, a veces, hasta con los más débiles y cercanos a nosotros,
incluso con nuestros propios familiares.
-
Y ¿por qué habremos de estar expuestos a esa dicha anómala posibilidad de
comportamiento contrario a los designios de Dios? Pues, tal y como ya ha ido
quedando apuntado en capítulos anteriores, porque Él nos hace libres en cuanto
a nuestras decisiones de conducta, y además porque estamos inmersos en una
vorágine vital universal, en la que cada individuo debe procurarse su propia
supervivencia y su propio bienestar y, en general, se tiende a hacerlo en fría
competición con los demás individuos de su entorno.
Pero,
dentro de las previsiones existenciales divinas, las personas con uso de razón
podríamos conseguir comportarnos justa y acertadamente, si atendiésemos a
nuestra conciencia del bien y del mal (puesta en nuestra alma, por Dios) y si
pudiésemos conseguir una acertada educación (una auténtica filosofía de vida,
inspirada en una auténtica teología) que nos permitiese procurar comportarnos
en fraterna y justa sociabilidad.
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Los hechos:
Dentro
de la vorágine vital universal en la que discurren en la actualidad nuestros
días terrenos, ¿cuáles son las circunstancias condicionantes que con mayor
constancia y determinación (por hallarse institucionalizadas) influyen en general sobre las personas?, pues
veamos:
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La preocupación por la disponibilidad del dinero necesario y por el modo
laboral de poder conseguirlo de modo regular y seguro.
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La omnipresente apología sistemática, de la aberración y la promiscuidad
sexual.
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La omnipresente apología sistemática, del aborto premeditado e intencionado.
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La insidiosa incitación sistemática, a la destrucción de la familia natural
(deslealtad, separación, ruptura, violencia psicofísica, etc.).
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La omnipresente irracionalidad política e ideológica (contracultura, desarraigo
histórico genealógico, obstaculización contra la elaboración y la realización
de los proyectos naturales personales y los familiares y los colectivos,
antagonismos partidistas deshumanizados, ateísmo, nihilismo, etc.).
• Conclusión:
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Disponemos de un limitado espacio de tiempo de duración preindeterminable
(digamos, un máximo de un siglo) para realizar nuestra correspondiente
particular misión en la vida terrena; durante cuya realización daremos el
carácter peculiar, la particular manera de ser, a nuestra propia alma para toda
la eternidad venidera, dejaremos impresos y visibles e imborrables en nuestra
alma todos los pensamientos, ideas, intenciones, sentimientos y acciones u
omisiones generadas o recibidas en cada uno de los instantes de nuestra vida.
- Estamos debidamente dotados por Dios, para
que de modo meritorio pudiésemos lograr nuestra mejor manera de ser; pero para
alcanzar ese logro necesitamos ayudarnos con una buena educación y con la mejor
buena voluntad y con la práctica de la adecuada sociabilidad fraterna.
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Los más capacitados, son eternamente responsables de su disponibilidad para ser
educadores de modo acertado y para ser debidamente ejemplares, ante todos
aquellos otros quienes puedan necesitar de esas ayudas educativas y ejemplares.
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Los menos capacitados, somos eternamente responsables de nuestra disponibilidad
para recibir aquellas ayudas, y de nuestra ejemplaridad con la que nos
comportemos.
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