Antonio Rivera Ramírez : "Estoy muy contento. Ahora puedo decir como Jesucristo: no hay parte de mi
cuerpo que no me duela"
Antonio Rivera Ramírez nació el 27 de Febrero de 1916 en la localidad segoviana de Riaguas de San Bartolomé y hubo de trasladarse a la ciudad de Toledo por motivos profesionales de su padre, que era médico.
A lo largo de su corta vida, Antonio Rivera demostró una importante vocación apostólica, militando en Acción Católica y siendo presidente de la sección toledana de la Federación de Estudiantes Católicos. Logró terminar sus estudios de Derecho en Enero de 1936.
Tras comenzar los sucesos que dieron comienzo a la Guerra Civil Española, Antonio Rivera acudió como voluntario a combatir junto a los hombres sitiados en el Alcázar de Toledo y que, desde allí, resistían a las milicias del Frente Popular. Como combatiente, el joven infundió mucho apoyo moral a sus compañeros de trinchera, siendo muy admirado y valorado por todos ellos (incluido el, por aquel entonces, coronel José Moscardó). Una de las expresiones que más se le recuerdan es cuando, defendiendo el Alcázar de las milicias frentepopulistas, dijo: “Tirad, pero tirad sin odio”.
El 18 de Septiembre, tratando de recuperar una ametralladora que había quedado lejos de su alcance ante la posibilidad de que fuera tomada por el adversario, Antonio Rivera sufrió heridas en un brazo a consecuencia de la explosión de una granada de mano y se la tuvieron que amputar.
Una vez fue liberado el Alcázar el joven pudo regresar a su hogar, donde moriría entre terribles dolores debido al nulo efecto que hicieron los medicamentos que se le aplicaron al tratar de curar las heridas de la amputación. Pese a todo, él consideró ese sufrimiento como una prueba de Dios y nunca se quejó de su situación personal.
Llegada la tarde del 20 de Noviembre de 1936, Antonio Rivera fallecía en su hogar con tan sólo 20 años, rodeado de todos sus familiares y dando vivas a Cristo y a España.
Con toda razón, Antonio Rivera ha sido considerado un heroe por España y, por ahora, él y sus compañeros de trinchera siguen teniendo un monumento de homenaje en el Alcázar de Toledo, que sigue recordando su gesta y perdura como un recuerdo imborrable de la Historia de nuestro país. Además, su beatificación fue solicitada a la Santa Sede en el año 1962.
Todo pueblo que no desee cometer los errores del pasado debe tener muy presente su Historia. Por lo tanto, la vida del joven Antonio Rivera Ramírez no debe de caer en el olvido, ni por el ostracismo de algunos ni por el sectarismos de otros.
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