De los dieciocho
religiosos de la provincia de Castilla, asesinados durante la persecución, nueve
pertenecían a la comunidad de la Buena Dicha (Madrid); cinco a la de Herencia
(Ciudad Real); tres, a la de San Pedro (Madrid) y uno, a la San Sebastián.
Actualmente, de algunos de ellos, siguen los trabajos en los procesos
diocesanos. Los restos mortales de algunos de ellos fueron llevados al
monasterio de la Merced de Poio, el 5 de mayo de 1940, y al convento de Herencia
(bajo estas líneas), el 14 de junio de 1942.
Siervo de Dios Eliseo Pérez González
Nació en Acebedo (Chanderja de Queija,
Orense) el 1 de febrero de 1895. Dos días después recibía las aguas bautismales
en su parroquia natal de Santa María de Rabal. Tomó el hábito de la Orden de la
Merced en Sarria (Lugo) el 9 de octubre de 1915. Realizó su profesión solemne el
19 de mayo de 1921 en Poyo (Pontevedra). Fue ordenado sacerdote el 11 de marzo
de 1922.
De sus dotes de gobierno y prudencia dan fe los distintos cargos para los que
fue destinado tan pronto como fue ordenado sacerdote, desarrollando primero su
actividad apostólica en Puerto Rico, como párroco y Superior. El 15 de agosto de
1933 fue nombrado Superior del Convento de Herencia (Ciudad Real), en
donde desplegó una labor religiosa y social extraordinaria, según el testimonio
de cuantos le conocieron. El 21 de marzo de 1936 estableció a puertas cerradas
la Adoración Nocturna, predicando un sermón que fue toda una premonición de lo
que iba a suceder.
El 20 de julio de 1936, estando en la
sacristía preparándose para celebrar la Santa Misa, unos milicianos le obligaron
a despojarse de las vestiduras sagradas y a recluirse en el convento, junto con
los demás religiosos. En la puerta de la casa pusieron un miliciano que impedía
las entradas y salidas.
El 24 del mismo mes fueron obligados a
despojarse del hábito religioso para ser conducidos al Ayuntamiento, allí les
proporcionaron una documentación en que se hacía constar que eran frailes
exclaustrados.
El 25 de julio fueron llevados en coche particular a los montes de Herencia, sin
dinero ni provisión alguna. Los frailes se dividieron en tres
grupos. El Padre Eliseo y Fray Olimpio Escudero González
(el Siervo de Dios había nacido el 23 de Marzo de 1911 en
San Juan de Poio (Pontevedra). Era el cocinero de la comunidad. Fue obligado a
despojarse de su hábito de religioso. Tenía sólo 25 años) anduvieron errantes por los montes, hasta que el 1 de
octubre de 1936 fueron descubiertos y asesinados en el término municipal de
Consuegra. Contaba entonces el Padre Eliseo 41 años.
Martirio de los
mercedarios de Herencia (Ciudad Real)
Recogemos ahora lo escrito por el padre mercedario, José
Martínez Vaz en 1954 en el libro “Herencia ama a la
Virgen” donde nos narra el martirio de la Comunidad de PP.
Mercedarios de Herencia.
La tragedia de los religiosos Mercedarios de la villa de
Herencia, en la provincia de Ciudad Real, tiene un dramatismo tan intenso que
con sólo narrar los sucesos basta. Muchos años de labor apostólica, bastantes de
colegio y muchas obras de caridad realizadas por nuestros hermanos en Herencia,
los hacía acreedores al cariño del pueblo, pueblo al que habían logrado hacer
mucho más cristiano que otros de la Mancha. La devoción ardiente a Nuestra
Santísima Madre de la Merced, verdadera patrona de los herencianos, es realidad
viviente dejada en el alma de todos ellos por los Mercedarios Descalzos,
fundadores de aquel convento…
Componían la Comunidad de Herencia, los siguientes
conducidos presos a la cárcel de Ventas, donde pasa mil religiosos:
- Comendador, P. Eliseo Pérez González;
- P. Luis Arias López
- P. Jesús Tizón Baleira
- Fray Ramón Lago Parrado
- Fray Olimpio Escudeiro González
Datos fidedignos nos dicen: El domingo 19 de julio de
1936 se abrió la iglesia conventual, celebrándose en ella los acostumbrados
cultos. El 20, muy temprano, se vieron recluidos en su casa-residencia,
recibiendo la visita del alcalde, D. Santiago Ruipérez que les ofreció la
seguridad de que nada les ocurriría. Así cuatro días, al cabo de los cuales
sufrieron el primer asalto marxista.
En la
guerra obligaron a un albañil, llamado Celestino, a atar la imagen de la Virgen
de la Merced arrastrándola desde el Convento hasta la ermita antigua de San
Antón, donde destrozaban todas las imágenes. El Niño, se pudo salvar gracias al
padre de un tal Feliciano que lo escondió entre un esparto lleno de herramientas
y actualmente está en manos de un particular.
Los milicianos se deciden a entrar en el convento el día
24. Van capitaneados por un tal Sarmiento; algunos concejales, como Poveda,
Iniesta y otros les acompañaban. Todavía visten su hábito de frailes, y,
obligándoles a poner el traje de paisano, los conducen al Ayuntamiento. Allí les
entregan documentación de frailes exclaustrados, y al día siguiente, 25, los
conducen al coche que hace la línea desde Alcázar de San Juan a Ciudad
Real.
En el despacho no les conceden billetes, creyendo muy
comprometido llevar tales viajeros, dado lo excitado que están los ánimos, y así
son vueltos de nuevo al Ayuntamiento, de donde salen conducidos en coche
particular a un lugar situado al sudoeste de Herencia, llamado sierra de las
Atalayas, donde, abandonados a sus propios medios y sin recursos, pues habían
sido despojados de sus pequeños haberes, tratan de salvarse, dividiéndose así:
El P. Tizón solo, el P. Eliseo con Fr. Olimpio y el P. Arias con Fr.
Ramón.
El Siervo de Dios Padre Jesús
Tizón sigue por las Labores y Ciudad Real,
llegando en tren hasta Madrid, no sin sufrir mil injurias, pues lo descubrieron
como religioso, y, una vez llegado a la capital, es conducido preso a la cárcel
de Ventas, donde pasa mil calamidades durante año y pico. Una vez fuera no puede
tenerse casi de pie. Dice algunas veces misa; es ayudado muchísimo por la. M.
María Barrenechea, monja del convento de Alarcón; pero su naturaleza débil y
enormemente nerviosa no resiste, y en el sótano de la casa número 36 de la calle
de la Reina, donde vive con otro sacerdote, muere en la madrugada del
24 de febrero de 1938. La Madre María y Fr. Armengol Rodríguez le preparan el
entierro y, aún más hacen que celebren por su alma las misas
gregorianas.
En la sierra de las Atalayas quedaban el P. Eliseo y Fr. Olimpio. Conocían la finca de D. Luis
Villaseñor, en el término de Camuñas, de la cual era encargado un matrimonio de
Herencia, D. Mercenario Carnero Romero. Este los oculta en la casa, la cual
siendo de labor, los días de trabajo estaba llena de labradores de toda idea;
buscando, en vista de esto cobijo durante la semana en la cueva de Castrola, y
los domingos, aprovechando la ida a sus casas del personal, subían a la casa
para mudarse y recoger los víveres preciosos para la siguiente
semana.
Vecinos de Herencia que sabían su paradero los auxiliaban
como podían… Noticias de la liberación de Toledo les infundió ánimos para ver de
llegar allí y entregarse a las fuerzas nacionales, y, camino del frente, en el
término de Consuegra, fueron asesinados y enterrados en el cementerio de esta
última villa. Era el 1 de octubre de 1936.
El Siervo de Dios Padre Luis
Arias y el Siervo de Dios Fray Ramón Lago (bajo estas líneas) se dirigieron a Villarta, donde
estuvieron detenidos cuatro días, y, al llegar las turbas de Manzanares con
intención de acabar con ellos, el alcalde, natural de Herencia, los hizo salir
por una puerta reservada. Dos días pasaron en el monte de Palancas sin agua ni
alimentos. Consumidos de sed se deciden a presentarse en una casa llamada de
Palancas, sita muy cerca del lugar donde se encontraban. Vive en aquella casa un
pastor llamado Santiago Valdepeñas, quien, con aprobación de su amo, Bernardo
Moreno, ambos de Herencia, les dio cobijo y alimentación. Casa de tránsito y
temiendo a la gente, el mismo Santiago los disfrazó y los condujo a un encinar,
a donde él mismo les llevaba comida y allí estuvieron quince días. No contento
con esto, el buen hombre les aconseja, por el peligro de los cazadores, que se
internen en el monte de las Monjas, y a los tres días, al querer llevarles
comida, ya no los encontró allí.
Corrían rumores que en Daimiel se vivía tranquilamente, y aun parece se extendió
la noticia de que tropas de Franco habían entrado en el pueblo. Los religiosos
trataron de llegar a él, y en Ojos del Guadiana fueron detenidos por un peón
caminero armado de tercerola, que, por la carretera de P. Lápice, los condujo la
misma villa de Daimiel.
Presos en el Ayuntamiento, los llevaron en un camión a las
tapias del cementerio, donde los asesinaron brutalmente, deshaciéndoles a
azadonados la cabeza y enterrándolos a ambos en la misma fosa.
Fueron asimismo ayudados, en el tiempo que estuvieron en el
monte, por vecinos cristianos de Herencia, Dios se lo recompense. Era, al
parecer septiembre de 1936.
No queremos hablar de los destrozos en el convento e
iglesia. Todo fue destruido, sobre todo la iglesia. Lo más triste y doloroso ha
sido el deshacer a hachazos la magnífica talla de Nuestra Santísima
Madre.
El
retorno
Ha pasado algún tiempo. Durante él se han indagado las
circunstancias anteriormente expuestas del martirio de los religiosos que
componían la Comunidad Mercedaria de Herencia.
Glorificados por Dios Nuestro Señor, en pía creencia, ya
que son del número de los que en el mundo siempre le confesaron, queda para
nosotros, el obligatorio homenaje, siendo el máximo el que sus restos descansen
al pie del altar que sirvieron tantas veces en su vida.
A la paz de la cruz descansan en los cementerios de Daimiel
y Consuegra. Se localizan sus tumbas, y en noviembre, con sus ya fuertes
heladas, cuando corriendo el año 1941, son exhumados los restos del P. Luis
Arias y Fr. Ramón Lago de Daimiel. Antes, en el frío marzo del mismo año, son
recogidos en Consuegra los restos del P. Eliseo y Fr. Olimpio. Quedan en
panteones particulares hasta que se organice su traslado a la villa de
Herencia.
Amanece el 14 de
junio de 1942.
En las afueras de la villa espera una muchedumbre de gente.
Flores y banderas cubren cuatro féretros que contienen los restos de los
mártires. Van todos sobre la misma anda.
Jóvenes de amos sexos quieren llevarlos, y se accede a
ello, a lo largo del camino de la gloria, comenzando en el lugar denominado
“Sepulcrillos” y terminando en la Iglesia conventual de la Merced. La gente sin
número acompaña a los que fueron sacerdotes suyos, maestros en su vida
espiritual, consejeros en todos los casos difíciles, formándose una devotísima
procesión de rostros emocionados, por muchos de los cuales han corrido las
lágrimas.
El M. R. P. Provincial de la Merced, Fr. Daniel Vázquez,
preside, acompañado por todas las autoridades, el cortejo triunfal. Los
superiores de Herencia y Jerez, así como delegados de Madrid y de Poyo, rodean
como testigos del afecto del pueblo de Herencia hacia sus religiosos,
martirizados tan cruelmente por el gran delito de su fe en Dios y de su amor al
prójimo.
Al terminar la liturgia en la iglesia, allí, en el altar
mayor, cabe a la reja del comulgatorio, como ejemplo siempre vivo y constante,
se cubren con una losa de mármol, en que sus nombres y su muerte se graban como
aviso contra el olvido de los buenos, pues si su muerte fue ejemplo, su vida es
enseñanza.
¡Honor a su memoria!
Orgullosa puede estar Herencia por encerrar en su seno a tan santos religiosos,
mártires de su fe y religión, que han entregado generosamente su vida por España
y, en particular, por Herencia, a quien tanto amaban y querían.
Entre vosotros está, herencianos el P. Eliseo Pérez, dotado
en su vida de un carácter poderoso. Para él no había dificultades, pues todas
las salvaba con una valentía sobrehumana. Misionó en Puerto Rico y, cuando
empezó a rugir la tempestad, el Sr. Obispo, Monseñor Byrne, le invitó a volver a
Puerto Rico, pero él quería demasiado a Herencia para abandonaros en las horas
difíciles que se acercaban y, por lo tanto, cuando más necesitabais de su ayuda
y consejo, por vosotros ha entregado su vida.
Entre vosotros está también el P. Luis Arias. Todas
sus actividades sacerdotales las desarrolló en vuestra villa, entre vosotros.
Era esclavo del confesonario, dispuesto a serviros en en todo aun a costa de los
más grandes sacrificios y privaciones, pues su caridad no tenía
límites.
En Herencia, duerme también el sueño de los justos
Fr. Ramón Lago. Su dulzura era inmensa, como la mar. Su paciencia y
caridad, extremadas, pues no podía ver a nadie triste sin salir a su paso para
consolarle.
¿Y qué diremos de Fr.
Olimpio? Su alma era diáfana y pura como
un lago tranquilo. Alcanzó la palma del martirio en plena juventud. Se crió a
los pies de Nuestra Madre de la Merced y su devoción a Ella era extraordinaria.
Era mortificado, dócil y nunca se negó a ningún trabajo. Por todas partes dejó
el buen olor de sus virtudes.
No los olvidéis, pues son mártires de su deber, y su
influencia ante Dios y Nuestra Madre tiene que ser muy grande; acudid a ellos
como a verdaderos santos. Ellos se alzan en medio de vosotros como figuras
señeras, que os van marcando la ruta a seguir en el camino de vuestra
existencia.
Que ellos sean el fermento de esta inmensa masa herenciana,
que la transformen en unos fervientes católicos y en unos fieles devotos de la
Virgen de la Merced, la Reina, Madre y Patrona de Herencia.
Una vez que amainó el huracán, la Provincia Mercedaria de
Castilla empieza inmediatamente su restauración, en medio de mil sacrificios y
penalidades, pues el golpe que recibió fue terrible, llevándose a sus mejores
hombres…
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