El Papa Benedicto XVI explicó esta mañana que ante las crisis laboral, económica y de la institución familiar, que afectan a una gran parter de la población mundial, es necesaria una síntesis armónica entre la familia y el trabajo basada en la caridad y el amor.
“Los cristianos tienen el deber de denunciar el mal, de testimoniar y tener vivos los valores en los que se funda la dignidad de la persona, y de promover aquellas formas de solidaridad que favorecen el bien común, para que la humanidad se haga cada vez más la familia de Dios”, aseguró Benedicto XVI ante los participantes del Convenio Internacional "Familia, Cometido: Superar la crisis con nuevas formas de solidaridad. A veinte años de la Centesimus annus", promovido por la Fundación Centesimus Annus-Pro Pontífice.
Su Santidad recordó que este año se cumplen 120 años de la encíclica social Rerum Novarum de León XIII, 20 años de la encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II escrita en el centenario de la Rerum Novarum, y 30 años de la exhortación apostólica Familiaris Consortio (también de Juan Pablo II), además de destacar que “a pesar de las mutaciones en las condiciones externas no ha cambiado el patrimonio interno del Magisterio Social que promueve siempre a la persona humana y la familia, en su contexto de vida, y también de su cometido”.
El Papa continuó diciendo que "también la economía con sus leyes debe siempre considerar el interés y la salvaguarda de tal célula primaria de la sociedad, la misma palabra‘economía’ en su origen etimológico contiene un reclamo sobre la importancia de la familia: oikia y nomos, la ley de la casa",“el amor está en la base del servicio de la vida, fundado en la cooperación que la familia da a la continuidad de la creación, a la procreación del hombre hecho a imagen y semejanza de Dios”, y que es en la familia “donde se aprende la actitud correcta con la que vivir en el ámbito de la sociedad, también en el mundo del trabajo, de la economía, de las gestiones, que debe ser guiado por la caridad, en la lógica de la gratuidad, de la solidaridad, y de la responsabilidad de los unos con los otros”, convirtiendose así la institución familiar en “un sujeto activo y capaz de recordar el rostro humano que debe tener el mundo de la economía”.
Benedicto XVI finalizó resumiendo que la tarea de la familia es “tomar parte en la evangelización de un modo específico y original, y poner al servicio de la Iglesia y de la sociedad el propio ser y el propio actuar, como una íntima comunidad de vida y de amor”.
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