Por Jorge López Teulón
Protomártir del clero toledano
Agrícola Rodríguez García de los Huertos nació el 18 de marzo de 1896 en Consuegra (Toledo). A los siete años de edad se separa de sus padres para marchar a Burgos, donde estudia en el colegio de los Hermanos Maristas. En 1908 se incorpora al Seminario Mayor “San Ildefonso” de Toledo, para continuar la carrera eclesiástica en los cursos de latín, filosofía y teología con las máximas calificaciones. En 1921 obtiene el doctorado en Sagrada Teología. Fue ordenado sacerdote el 21 de julio de 1918. En sus dieciocho años de vida sacerdotal ejerció en Villacañas, Guadamur y en Mora de Toledo.
Coinciden los testigos en señalar su ejemplaridad en el ejercicio de su ministerio sacerdotal. Era hombre dotado de buenas cualidades humanas, que son tan apreciables en el trato pastoral: agradable y educado en el trato, ordenado, puntual, limpio, justo, inteligente y culto, dotado de gran serenidad y fortaleza.
Y junto a estas virtudes naturales, brillaban en él las específicamente pastorales, como lo eran su profunda vida de oración: todos los días estaba en el templo desde las seis de la mañana, rezando el breviario, preparándose para la santa misa y confesando a los fieles hasta las nueve en que celebraba la Eucaristía; su dedicación celosa y exclusiva al ministerio sacerdotal, su facilidad para la predicación, su dedicación a la catequesis especialmente de los niños, su atención a los enfermos y a los pobres con visitas y con limosnas.
Ya estuvo en la cárcel en la primera parte de la persecución religiosa
Desde 1931, con el advenimiento de la República, se creó un ambiente cada vez más hostil a la Iglesia. Don Agrícola lo experimentó en su propia vida con acusaciones por parte de los enemigos de la Iglesia, que le llevaron a la cárcel y al destierro de su parroquia durante tres meses. Cuando se lo permitieron, volvió a su parroquia de Mora, sabiendo a lo que se exponía. Y allí permaneció hasta su martirio, sin abandonar en ningún momento el rebaño encomendado.
21 de julio de 1936
El 21 de julio de 1936 quedó grabado a fuego en los anales de la multisecular historia de la archidiócesis toledana. Ese día comenzó el exterminio del clero toledano. Como recuerda Monseñor Colomina Torner, después de las diócesis de Barbastro y Lérida, la nuestra sigue en el tercer puesto -en esta desafortunada clasificación- con el 60% de los sacerdotes asesinados. Ese 21 de julio la Guardia Civil salió de Mora camino de Toledo. Entonces se desataron las furias de los marxistas, y buscaron al sacerdote para eliminarlo.
Una vez más, al recuperar los restos de don Agrícola y recoger con piedad el cráneo de tan insigne párroco, el plomo caía en la cuenca de nuestras manos. El tiro mortal que atravesó su cabeza nos hacía regresar a la intensidad vivida por él, en los últimos momentos de su vida.
Todavía hoy en día una placa, en la fachada posterior de la iglesia parroquial recuerda, aquel momento doloroso: “Serían como las cuatro o cinco de la tarde del 21 de julio”, afirma Luis Lillo. “A esa hora don Agrícola abrió la puerta de la sacristía y pidió a los milicianos que respetaran a las mujeres y al niño. Entonces dijeron: “-Venimos solo a por ti, tira p’adelante”. Caminó por la acera unos diez pasos y oí una larga descarga, como si fuera de metralleta. Le vi caer boca abajo, con un boquete en el lado derecho de la espalda, y también vi cómo caían sus gafas por la acera. Luego, por miedo, salí corriendo hacia mi casa”.
“Por la tarde, explica otro testigo, oímos desde casa una ráfaga de tiros y oímos decir a una vecina: “-Ya han matado al cura”. Después vimos pasar por delante de mi casa un coche fúnebre con los restos de don Agrícola, por el cual asomaba el manteo, y no dudé que era el señor cura; sentado sobre él iba un individuo con un fusil en la mano, al cual no reconocí. Posteriormente se rumoreó que le remataron en una plazuela, en la que existe un pozo en la confluencia de las carreteras de Huerta y Tembleque”.
Su cuerpo, como la vela del Santísimo, ha permanecido en el pasillo central de la parroquia de Nuestra Señora de Altagracia de Mora de Toledo. Ahora, tras su beatificación en 2007, desde el altar mayor, donde otrora celebrara la Santa Misa, todavía más cerca si cabe de Nuestro Señor Jesucristo, el Beato Agrícola ruega por nosotros.
Sí, ruega por las diócesis españolas y por nuestra Diócesis, por nuestro Arzobispo y sacerdotes, por los seminaristas, por las religiosas de clausura, por los religiosos y religiosas, por el pueblo de Mora de Toledo, por todos los matrimonios, por sus hijos. Sí, ruega por todos, tú que como el Apóstol Santiago fuiste el primero en derramar la sangre. Ruega por nosotros, Beato Agrícola, protomártir del clero toledano.
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