Con
motivo de los últimos comicios electorales autonómicos en Cataluña, Don Ángel
David Martín Rubio ha escrito el siguiente artículo, en el cual señala la
inexistencia de una alternativa política que represente los principios morales
y éticos de los católicos:
Por Don Ángel David Martín Rubio.
Una vez
más, el resultado de las elecciones celebradas en la región catalana, demuestra
que la verdadera victoria ha sido de la abstención. Con un 30,40% se sitúa casi
a la par del partido más votado. Y lo supera si contabilizamos votos nulos y
abstenciones. El Gobierno que, finalmente se forme, apenas representará a
algunas fracciones del resto del 69% de los electores.
Y no seré
yo quien alabe a los que se quedaron en casa. La democracia liberal tiene, a mi
juicio, muchas objeciones pero, si pone en nuestras manos la capacidad de
abatir y designar gobiernos metiendo un papel en una urna de cristal, y no lo
hacemos, la responsabilidad es nuestra, no del sistema. Por muy corrupto que
sea. Que lo es. Basta recordar que de los partidos políticos que se presentaron
a las elecciones (menos numerosos que en otras convocatorias), apenas sí se ha
hablado de 4 ó 5. El resto no ha existido para los medios de comunicación a
pesar de que el desafío separatista y la respuesta del 12 O diera protagonismo
coyuntural a algunas organizaciones minoritarias.
Ahora bien,
una segunda constatación no es menos demoledora: la opinión mayoritaria en
Cataluña sigue optando por candidaturas que coinciden en su visión del hombre y
de la política, aunque discrepen en cuanto al nombre de las personas que han de
gestionar la cosa pública. Especialmente letal resulta el apoyo al nacionalismo
parasitario que vive a costa del presupuesto del Estado, y a grupos radicales
de izquierda. Al igual que ocurre en el resto de España, esta sociedad está
podrida y el resultado electoral es la mejor radiografía.
El moderado
crecimiento del PP, (que mejora levemente sus resultados incluso en medio de la
crisis brutal que padecemos), demuestra las limitaciones de este partido
incapaz de recoger votos en numerosas regiones de España; y en este caso, a
pesar de las candidaturas de perfil bajo promovidas por Rajoy. Por otra parte,
el electorado de izquierdas ha demostrado que sigue prefiriendo el mesianismo
de republicanos, socialistas y comunistas a unas alternativa “dura”,
españolistas en el discurso y radical en lo social como la propuesta por
Ciudadanos o UPyD. Por otro lado, apenas se puede considerar una noticia
positiva la falta de respaldo al plante secesionista promovido por el
nacionalismo porque, desde el nuevo Gobierno, lo más probable es que éste pueda
seguir gestionando su ofensiva en espera de una mejor coyuntura.
Pero, sobre
todo, estas elecciones han demostrado una vez más (¿Cuántas van desde 1976?)
que en España no existe nada ni remotamente parecido a lo que pudiéramos llamar
un voto de identidad católica.
Los
católicos españoles siguen optando mayoritariamente por el PP (en el caso de
Cataluña, CiU) y el PSOE, fieles a las consignas oficiales que se les han hecho
llegar sin viraje constatable durante los últimos años: “nada de partidos
católicos, solamente debe haber católicos en los partidos”. La situación se
agrava en Cataluña con el apoyo sin fisuras al independentismo catalán por
importantes referentes de la Iglesia oficial. Las recientes intervenciones en
ese sentido del obispo Novell, no pueden ser más pintorescas.
El
resultado es la existencia de gobiernos sostenidos en las urnas por presuntos
católicos que implantan desde el poder el laicismo más agresivo al tiempo que
los obispos se convierten en los palmeros de un sistema cuyas consecuencias
luego lamentan. Cada vez que hablan es para condenar los “avances sociales” a
que nos conducen irremediablemente los políticos y aparecen siempre como los
malos de la película, los que no se enteran de por dónde va el mundo. Otras
veces, prefieren directamente ocuparse de asuntos de tanta trascendencia como
la presencia de la mula y el buey en losNacimientos, previamente cuestionada
desde el Vaticano…
A mí me
parece que el mejor análisis de estas elecciones, y de todas, ya se pronunció
el 29 de octubre de 1933:
«En estas
elecciones votad todos lo que os parezca menos malo. Pero no saldrá de ahí
nuestra España, ni está ahí nuestro marco. Eso es una atmósfera turbia, ya
cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa. No está ahí nuestro
sitio. Yo creo, sí, que soy candidato; pero lo soy sin fe y sin respeto. Y esto
lo digo ahora, cuando ello puede hacer que se me retraigan todos los votos. No
me importa nada. Nosotros no vamos a ir a disputar a los habituales los restos
desabridos de un banquete sucio. Nuestro sitio está fuera, aunque tal vez
transitemos de paso, por el otro. Nuestro sitio está al aire libre, bajo la
noche clara, arma al brazo, y en lo alto, las estrellas. Que sigan los demás
con sus festines. Nosotros, fuera, en vigilia tensa, fervorosa y segura, ya sentimos
el amanecer en la alegría de nuestras entrañas».
¿Y qué
hacemos ante este panorama? Ya lo hemos dicho otras veces: los torpes intentos
de reconciliar al liberalismo con el Catolicismo ponen de relieve la licitud y
necesidad de una resistencia en el terreno cultural y político fundamentada
religiosamente a pesar de la oposición de algunos eclesiásticos, por muy arriba
que éstos se sitúen.
En la línea
que ya apuntaba Vázquez de Mella:
«Cuando no
se puede gobernar desde el Estado, con el deber, se gobierna desde fuera, desde
la sociedad, con el derecho ¿Y cuando no se puede, porque el poder no lo
reconoce? Se apela a la fuerza de mantener el derecho y para imponerlo. ¿Y
cuando no existe la fuerza? ¿Transigir y ceder? No, no, entonces se va a las
catacumbas y al circo, pero no se cae de rodillas, porqué estén los ídolos en
el capitolio».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
-elmunicipiotoledo- no se hace responsable de los comentarios de sus lectores. -elmunicipiotoledo- se reserva el derecho de arbitraje y censura. Se ruega que los comentarios no se realicen de forma anónima.
Contacto: elmunicipiotoledo@hotmail.com