“El mundo no tiene para mí más que un aspecto agradable y es el de
poderlo conquistar todo para la gloria de Dios mediante un intenso, fecundo y
santo apostolado” (Antonio Rivera Ramírez)
A las 18:40 horas del 20 de noviembre de 1936 fallecía en la ciudad de
Toledo el joven Antonio Rivera, uno de los mejores miembros de Acción Católica
en la Ciudad Imperial que tan sólo contaba con 20 años de edad y que había
llegado a sufrir la amputación de uno de sus brazos mientras combatía por Dios
y por España junto a los demás defensores del Alcázar de Toledo.
Tras varios meses de dolor a causa de la pérdida de su brazo, Antonio Rivera
murió dando vivas a Cristo y a España mientras dejaba asombrados con su
entereza ante el sufrimiento a personas tan importantes como el coronel José
Moscardó, líder de los defensores del Alcázar de Toledo, y el cardenal Gomá,
entonces Arzobispo primado de España.
Antonio Rivera no murió entre sufrimientos ni acudió a combatir al
Alcázar por Dios y por España para defender los privilegios de ninguna clase
social ni para justificar la existencia de ningún orden económico injusto… Si
por algo dio Antonio Rivera su vida fue por su amor a Dios y por su enorme
afecto por todos los hombres, incluyendo aquellos a los que había combatido y a
los que siempre quiso poner de su lado.
El joven Antonio Rivera creyó que valía la pena luchar y morir por
defender la causa de Dios y la de una España más justa. Y hoy en día, pese a
los tiempos en que vivimos, donde parece que ya nada es digno de ser defendido,
algunos jóvenes continuamos creyendo que vale la pena servir a la causa de Dios
y a la causa de una España más justa y que nos haga sentir orgullosos de
formar parte de ella.
En una fecha como hoy, recordando el aniversario del fallecimiento de
este valeroso joven, los miembros de -elmunicipiotoledo- trataremos en la mayor
medida de lo posible honrar la memoria de nuestro paisano Antonio Rivera tal
y como se merece, trabajando por una sociedad española que tenga siempre muy
presente su identidad religiosa y nacional y en la que los valores eternos del
hombre (libertad, dignidad e integridad de toda persona) sean respetados y amparados como toda
persona merece.
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