Este
último martes, como cada 11 de septiembre, se ha vuelto a repetir el habitual y
esperpéntico aquelarre separatista de la Diada de Cataluña, aniversario de un
acontecimiento histórico tergiversado por los separatistas. A finales de la
Guerra de Sucesión Española (1701-1713), conflicto en el que se enfrentaron por
el trono español el francés Felipe de Anjou y el austriaco archiduque Carlos,
los territorios catalanes continuaban en guerra con el nuevo monarca pese a que
el otro pretendiente ya se había retirado de la disputa. Según cuenta la
Historia oficial, el lider militar Rafael Casanova se dirigió a las tropas
catalanas que resistían en Barcelona de esta manera:
“Señores,
hijos y hermanos: hoy es el día en que se han de acordar del valor y gloriosas
acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra Nación. No diga la malicia o
la envidia que no somos dignos de ser catalanes e hijos legítimos de nuestros
mayores. Por nosotros y por la nación española peleamos. Hoy es el día de morir
o vencer. Y no será la primera vez que con gloria inmortal fuera poblada de
nuevo esta ciudad defendiendo su rey, la fe de su religión y sus privilegios”.
Pero
esta versión no interesa a los separatistas. A ellos, más bien, le interesa
olvidar que Cataluña combatió contra un monarca de España con el que
discrepaban en ciertos asuntos legales para colocar en el trono español a un
pretendiente que les había asegurado la permanencia de las leyes forales; es
decir, que Cataluña no luchó ninguna guerra de liberación, sino una guerra en
apoyo a un candidato del trono español.
El
caso es que, dejando al margen la lección de Historia, los separatistas que hoy
tergiversan la Historia han aprovechado la fecha para hacer de las suyas y
quemar banderas de España y de Francia (también la de la Unión Europea, pese a
que algunos manifestantes la llevaban).
Por
suerte, pese a la aglomeración y fuerza con la que cuenta el separatismo
catalanista, Cataluña es una región española que cuenta con muchos miembros de
su pueblo orgullosos de ser españoles y catalanes, porque ninguna de las dos identidades
puede entenderse sin la otra. Y esos son los catalanes aquellos que verdaderamente orgullosos de su Historia y de su tierra,
aquellos que saben que Cataluña forma parte de un proyecto histórico llamado
España que está muy por encima de pactos fiscales o de ideologías enfermizas y
de carácter primitivo.
1 comentario:
Cientos de miles de españoles gritaron ayer al mundo (preferiblemente en inglés –para que les entiendan -) que no quieren ser españoles.
Cierto día, un muchacho expuso a sus padres que se consideraba mayor de edad, que necesitaba su propio espacio, que anhelaba el día de su independencia y que consideraba que ese día había llegado. Por tanto, continuó explicándoles, haría construir un tabique e instalar una puerta en la casa paterna de tal manera que se reservaba para su uso exclusivo una parte de ella.
Sus padres se miaron sin asombro, sonrieron y tras un breve instante de silencio le replicó el padre:
Mira hijo, tu madre y yo te queremos como lo que eres, nuestro hijo. Estamos contentos con que vivas aquí, en nuestra casa que es la tuya. Comprendemos tu anhelo de independencia, que necesites tu espacio vital. Pero verás, hijo, en esta casa, la casa de todos, la tuya, la de tus hermanos y la nuestra, no habrá tabiques ni puertas separadoras, ni espacios reservados. Si consideras que no soportas compartir tu espacio con nosotros, lo entendemos. Ahí tienes la puerta, búscate tu propio hogar. Pero, comprenderás, no vamos a consentir que hagas partes de nuestra casa, que dividas en compartimentos excluyentes lo que es de toda la familia.
Lo triste, lo amargo, es que en el hogar llamado España falta la autoridad propia de los padres.
La respuesta de las Instituciones a los continuos desplantes secesionistas de las autoridades autonómicas y locales de Cataluña son susceptibles de calificarse de prevaricación y bordean la traición.
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