martes, 21 de febrero de 2012

La auténtica filosofía. (X)






Por José Antonio Chamorro Manzano


- Nuestra hipótesis de partida, consiste en dar por hecho que el Universo fue el primer ser viviente de constitución mixta (alma-cuerpo) habido en la Creación, y que él fue también el único individuo habido de su especie y además el único ser viviente de esa misma constitución mixta creado por Dios sin la cooperación procreadora de ningún otro ser vivo similar al creado. La única individualidad procreadora, colaboradora con Dios, que actuó en el proceso de iniciar y realizar el componente corporal al Universo lo fue un alma, el alma que Él había creado y destinado a tal fin, la Naturaleza.

En el cumplimiento de los designios que Dios le había inspirado mediante el universal Código Genético Divino, la Naturaleza consiguió llegar a dar su primer paso fundamental. Llegó ella a transformar cualitativamente los recursos espirituales que Dios ponía a su disposición; llegó a transformar una ilimitada cantidad de tales recursos espirituales, en una inmensidad de sustancia de esencia física original.

Podemos imaginar que en sus inicios la Naturaleza carecía de referencias de procedimiento, puesto que no existía el precedente de ningún otro ser vivo de constitución similar (alma-cuerpo) al que procrearía ella; carecía ella de modelo alguno al cual poder adaptar su actividad funcional. Así pues, la Naturaleza hubo de imaginar, ensayar y experimentar infinidad de sistemas y de procedimientos y detalles, mediante los que procurar realizar la función, “minerativa”, de transformar los recursos espirituales de origen divino y que tenía a su disposición; de transformarlos cualitativamente en sustancia de esencia física original y en fuerzas y en energías, también de esencia física original todas éstas. Las cuales sustancia y fuerzas y energías intervendrían de modo respectivo, como componentes necesarios y únicos para la obtención de la subsiguiente masa universal de materia física primaria a producir.

En esa tarea transformadora cualitativa, pudo emplear la Naturaleza toda una eternidad, pero al fin consiguió ella llegar a producir o formar lo que nosotros podríamos imaginar como una inmensa masa de sustancia etérea y que fue el embrión o estado inicial del cósmico cuerpo de nuestro entrañable Universo. En este punto, es cuando entra en acción la parte más fantasiosa e inaprensible de las hipótesis de los investigadores científicos, pues no aparecen vestigios físicos reconocibles de los recursos originales producidos por la Naturaleza. Cada quien pone su mejor voluntad y presenta su aventurada –por muy meditada que lo sea– opinión sobre la composición de la materia física primaria universal. Tan admisible e indemostrable es decir o creer que en el primer instante de la existencia corporal del Universo se empezó a formar una inmensa masa de sustancia etérea, como decir o creer que en dicho primer instante se empezó a formar un micropunto de densidad infinita que, seguidamente, haría explosión (Big Bang) y expandiría cósmicamente todo su contenido.

Con su obtenida sustancia de esencia física original y mediante las fuerzas y energías también de esencia física original, la Naturaleza en principio podría formar una ilimitada masa de partículas físicas elementales, a la vez que iría formando una ilimitada fuente de fuerzas físicas interactivas y de energías físicas, aplicables todas éstas sobre las partículas físicas elementales, con las que compondrían la materia física primaria, y aplicables también tales fuerzas o energías físicas sobre la posterior materia física sucesivamente transformada que se fuese obteniendo en los subsiguientes procesos evolutivos habidos durante la vida del Universo.

Procesos evolutivos, aquéllos, que irían llevando a la materia física universal a adquirir los diferentes estados físicos, más o menos duraderos, y las diferentes formas y clases de las sustancias y los objetos que, de manera natural (causada por la labor de diseño imaginada por la Naturaleza y realizada mediante los instrumentales órganos corporales del Universo) o de manera artificial (causada por la actividad funcional de los posteriores seres individuales habidos), fueran surgiendo y se fueran repartiendo por doquier. Así, el alma del Universo, podría mantener en permanente y adecuada situación de cambio y evolución las diferentes partes u órganos o estructuras moleculares o subatómicas o atómicas componentes del universal organismo que fuera su cuerpo físico instrumental. Poniendo con todo ello de manifiesto, el Universo, su condición de individuo ser viviente cooperante en la Obra de la Creación.

Y ya a partir de aquel que fuera el instante original de la gestación embrionaria del Universo, mediante la adecuada aplicación de los sistemas de fuerzas interactivas y de energías físicas que el alma del Universo (la Naturaleza) fuera estableciendo, esa misma alma podría realizar interacciones entre las distintas fracciones de su propia materia componente corpórea, sometiendo de modo adecuado y oportuno las correspondientes fracciones materiales a procesos físico-químicos de: movimiento, reposo, fusión, fisión, desintegración, concentración, atracción, repulsión, radiación, transformaciones sustanciales, modelación molecular, etc. Con todo ello, el alma del Universo pudo ir dotándose de un organismo físico instrumental (su propio cuerpo de cósmico ser viviente) y, luego, mediante el ejercicio de sus propias capacidades funcionales de vida y de acción –las capacidades genéricas existenciales con las que ese alma había sido inicialmente dotada por Dios, más las potenciales capacidades funcionales que ella misma iba adquiriendo a través del ejercicio de sus propias realizaciones evolutivas–, mediante tales capacidades propias pudo llegar a ser él, el Universo, un eficaz y necesario individuo cooperador en el cumplimiento de los subsiguientes designios creacionales divinos.

El inicial estado de la materia física primaria universal resultó transitorio; de manera sucesiva, dicha materia iba pasando por diferentes estados físicos, al ir quedando sometida ella a progresiva transformación en el marco de la evolución genética del cuerpo vivo del Universo. A través de la variada cantidad de sistemas y de procedimientos que los científicos tratan de conocer y analizar por medio de estudios y experiencias propios de la Física y de la Química o de la Astronomía y de la Cosmogonía, y que de modo paulatino eran sistemas y procedimientos imaginados, desarrollados, ensayados y oportunamente aplicados por el alma del Universo (por la Naturaleza), a través de tales sistemas y procedimientos las innumerables fracciones de gas que a impulso de las poderosísimas fuerzas cósmicas aplicadas se iban formando y dispersando en el seno de la etérea masa inicial, iban siendo fracciones sometidas a oportunos y apropiados procesos de reelaboración; los cuales procesos incluían oportunas acciones de atracción, repulsión, aceleración, deceleración, radiación, compresión, descompresión, calentamiento, enfriamiento, fusión, fisión, etc., etc., y como consecuencia de ello iban surgiendo ingentes cantidades de cuerpos estelares que en sus inicios serían hirvientes fluidos pero que, de manera paulatina y al reducirse su temperatura, irían alcanzando variable estado sólido. Con los así obtenidos cuerpos estelares, se iban formando diferentes agrupamientos orgánicos: los denominados sistemas solares o galaxias o acumulaciones de galaxias, que se hallarían distanciados (aunque interactivos) entre sí dando relleno al etéreo universal entramado.

Bien, pues de esa manera dicha, fue como pudiera haber llegado a ocurrir que resultase procreado, y se fuera formando y desarrollando el organismo corporal del Universo, y como también pudiera haberse iniciado, en el seno de uno de los órganos o regiones corporales formados en el marco de una galaxia a la cual denominamos Vía Láctea y hace ya más de cinco mil quinientos millones de años, como pudiera haberse iniciado la formación del “pequeño” agrupamiento estelar complejo, denominado: Sistema Solar; y en el cual agrupamiento o sistema orgánico estelar, a su vez, quedó integrado este astro, este planeta, que nos acoge y nos abastece de recursos, de lugares y de estímulos vitales a todos sus habitantes, y cuyo nombre o usual denominativo que le aplicamos es: la Tierra.




Y no podría dejar de llamar nuestra atención el sistema de procreación empleado por el alma denominada Naturaleza, el sistema empleado para la realización inicial del cuerpo físico del individuo viviente Universo; un sistema peculiar él, ya que la Naturaleza hubo de partir para realizarlo de las sustancias espirituales que Dios había puesto a su disposición, y luego, por procedimientos minerativos, hubo de ir consiguiendo ella la transformación cualitativa de tales sustancias espirituales en una otra sustancia original, de esencia física, y en las elementales partículas de carácter físico constitutivas de la materia mineral primaria; en contraste, tal sistema procreador, con los sistemas de procreación empleados después por los demás seres vivientes procreadores, incluido el propio Universo cuando llegó él a ser procreador, ya que estos seres conseguirían su propósito procreador formando estructuras moleculares biológicas y conjuntos de agregados materiales embrionarios, germinativos o fecundativos, a partir de materias minerales naturales. Y en atención a la peculiaridad que encontramos en el sistema de procreación empleado por la Naturaleza para realizar el componente corporal embrionario del Universo, parece ser merecedor ese sistema de que se le conceda apropiada denominación distintiva; por ello, vaya como propuesta al efecto, la de: procreación minerativa o sistema procreador minerativo, en atención a las características minerales originales del material embrionario elaborado por la Naturaleza a partir de sustancias inmateriales, espirituales, y también para distinguir tal sistema de procreación del Universo, para distinguirlo de los otros sistemas surgidos con posterioridad, el germinativo y el fecundativo, cuyo material embrionario a emplear en estos sistemas se obtendría ya a partir de sustancias materiales biológicas.

Desde su primer instante de vida y ya de modo continuo después, el Universo actúa y se manifiesta como el individuo vivo que es él, y algunas o muchas de cuyas permanentes manifestaciones y actuaciones: de vida y de acción, en su momento no pasarían desapercibidas a la sensibilidad consciente y racional, de mentes humanas; dándose lugar con ello a que hubiera quienes, entre otras muchas deducciones o conjeturas y en consideración a las, presentidamente infinitas, proporciones dimensionales del cósmico cuerpo de ese excepcional ser viviente, llegaran a considerar tal inmenso cuerpo universal como el constitutivo del componente físico que, en similitud al cuerpo físico que, durante su vida terrenal, han de tener los individuos humanos y todos los demás seres vivientes, supusieran aquellos mismos que había de tener también el propio Creador; es decir, para algunos pensantes (obviamente equivocados, puesto que todo lo físico es de naturaleza temporal, mutable, perecedera; y, por ello, todo lo físico es incompatible con la, inmutable y eterna, perfección constitutiva del espiritual ser divino), para algunos pensantes (equivocados) Dios estaría constituido por un componente espiritual: alma o Espíritu, y por un componente físico: el organismo corporal del Universo.

La primera de todas las criaturas vivientes creadas, el primer individuo filial (de Dios) de constitución alma-cuerpo que recibió existencia, hubo de serlo el Universo; con él se proporcionarían los lugares, los recursos y un conjunto de estímulos, de acciones y de circunstancias concurrentes que habrían de contribuir con carácter decisivo a hacer posible la existencia terrenal de todas las demás criaturas vivientes que, repartidas por entre todas las especies biológicas habidas evolutivamente, llegaran a producirse a lo largo de los tiempos; criaturas que habrían de ir surgiendo por medio de la reproducción biológica filial en el planeta Tierra y en cualesquiera otras posibles regiones del cósmico seno de ese universal primer ser creado.

Desde el momento inicial de la existencia del Universo, Dios comienza a sentir cómo se hacen realidad Sus designios creacionales universales, y actuará Él en ellos de modo ordenado, perfecto, sin contradecir en ningún caso la universalidad de Su Ser, sin injerencias Suyas en cuestiones temporales contingentes o particulares. De ese modo y desde aquel mismo momento inicial, Dios será absolutamente respetuoso para con la plena libertad de acción que, en lo que de Él dependiera, otorgaría a todas Sus filiales criaturas vivientes, a todas las criaturas que fueran siendo habidas en el marco de Su Obra de la Creación.

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