Por
José Antonio Chamorro Manzano
- Nuestra hipótesis de partida, consiste
en dar por hecho que el Universo fue el primer ser viviente de constitución
mixta (alma-cuerpo) habido en la Creación, y que él fue también el único
individuo habido de su especie y además el único ser viviente de esa misma
constitución mixta creado por Dios sin la cooperación procreadora de ningún
otro ser vivo similar al creado. La única individualidad procreadora, colaboradora
con Dios, que actuó en el proceso de iniciar y realizar el componente corporal
al Universo lo fue un alma, el alma que Él había creado y destinado a tal fin,
la Naturaleza.
En el cumplimiento de los designios que
Dios le había inspirado mediante el universal Código Genético Divino, la
Naturaleza consiguió llegar a dar su primer paso fundamental. Llegó ella a
transformar cualitativamente los recursos espirituales que Dios ponía a su
disposición; llegó a transformar una ilimitada cantidad de tales recursos
espirituales, en una inmensidad de sustancia de esencia física original.
Podemos imaginar que en sus inicios la
Naturaleza carecía de referencias de procedimiento, puesto que no existía el
precedente de ningún otro ser vivo de constitución similar (alma-cuerpo) al que
procrearía ella; carecía ella de modelo alguno al cual poder adaptar su
actividad funcional. Así pues, la Naturaleza hubo de imaginar, ensayar y
experimentar infinidad de sistemas y de procedimientos y detalles, mediante los
que procurar realizar la función, “minerativa”,
de transformar los recursos espirituales de origen divino y que tenía a su
disposición; de transformarlos cualitativamente en sustancia de esencia física original
y en fuerzas y en energías, también de esencia física original todas éstas. Las
cuales sustancia y fuerzas y energías intervendrían de modo respectivo, como
componentes necesarios y únicos para la obtención de la subsiguiente masa
universal de materia física primaria a producir.
En esa tarea transformadora cualitativa,
pudo emplear la Naturaleza toda una eternidad, pero al fin consiguió ella llegar
a producir o formar lo que nosotros podríamos imaginar como una inmensa masa de
sustancia etérea y que fue el embrión o estado inicial del cósmico cuerpo de nuestro
entrañable Universo. En este punto, es cuando entra en acción la parte más
fantasiosa e inaprensible de las hipótesis de los investigadores científicos,
pues no aparecen vestigios físicos reconocibles de los recursos originales
producidos por la Naturaleza. Cada quien pone su mejor voluntad y presenta su
aventurada –por muy meditada que lo sea– opinión sobre la composición de la
materia física primaria universal. Tan admisible e indemostrable es decir o
creer que en el primer instante de la existencia corporal del Universo se
empezó a formar una inmensa masa de sustancia etérea, como decir o creer que en
dicho primer instante se empezó a formar un micropunto de densidad infinita
que, seguidamente, haría explosión (Big Bang) y expandiría cósmicamente todo su
contenido.
Con su obtenida sustancia de esencia
física original y mediante las fuerzas y energías también de esencia física original,
la Naturaleza en principio podría formar una ilimitada masa de partículas
físicas elementales, a la vez que iría formando una ilimitada fuente de fuerzas
físicas interactivas y de energías físicas, aplicables todas éstas sobre las
partículas físicas elementales, con las que compondrían la materia física primaria,
y aplicables también tales fuerzas o energías físicas sobre la posterior
materia física sucesivamente transformada que se fuese obteniendo en los subsiguientes
procesos evolutivos habidos durante la vida del Universo.
Procesos evolutivos, aquéllos, que irían
llevando a la materia física universal a adquirir los diferentes estados
físicos, más o menos duraderos, y las diferentes formas y clases de las
sustancias y los objetos que, de manera natural (causada por la labor de diseño imaginada por la Naturaleza y realizada
mediante los instrumentales órganos corporales del Universo) o de manera
artificial (causada por la actividad
funcional de los posteriores seres individuales habidos), fueran surgiendo
y se fueran repartiendo por doquier. Así, el alma del Universo, podría mantener
en permanente y adecuada situación de cambio y evolución las diferentes partes
u órganos o estructuras moleculares o subatómicas o atómicas componentes del
universal organismo que fuera su cuerpo físico instrumental. Poniendo con todo
ello de manifiesto, el Universo, su condición de individuo ser viviente
cooperante en la Obra de la Creación.
Y ya a partir de aquel que fuera el
instante original de la gestación embrionaria del Universo, mediante la
adecuada aplicación de los sistemas de fuerzas interactivas y de energías
físicas que el alma del Universo (la
Naturaleza) fuera estableciendo, esa misma alma podría realizar
interacciones entre las distintas fracciones de su propia materia componente
corpórea, sometiendo de modo adecuado y oportuno las correspondientes
fracciones materiales a procesos físico-químicos de: movimiento, reposo, fusión, fisión, desintegración, concentración,
atracción, repulsión, radiación, transformaciones sustanciales, modelación
molecular, etc. Con todo ello, el alma del Universo pudo ir dotándose de un
organismo físico instrumental (su propio
cuerpo de cósmico ser viviente) y, luego, mediante el ejercicio de sus
propias capacidades funcionales de vida y de acción –las capacidades genéricas existenciales con las que ese alma había sido
inicialmente dotada por Dios, más las potenciales capacidades funcionales que
ella misma iba adquiriendo a través del ejercicio de sus propias realizaciones evolutivas–,
mediante tales capacidades propias pudo llegar a ser él, el Universo, un eficaz
y necesario individuo cooperador en el cumplimiento de los subsiguientes
designios creacionales divinos.
El inicial estado de la materia física primaria
universal resultó transitorio; de manera sucesiva, dicha materia iba pasando
por diferentes estados físicos, al ir quedando sometida ella a progresiva
transformación en el marco de la evolución genética del cuerpo vivo del
Universo. A través de la variada cantidad de sistemas y de procedimientos que
los científicos tratan de conocer y analizar por medio de estudios y
experiencias propios de la Física y de la Química o de la Astronomía y de la
Cosmogonía, y que de modo paulatino eran sistemas y procedimientos imaginados,
desarrollados, ensayados y oportunamente aplicados por el alma del Universo (por la Naturaleza), a través de tales
sistemas y procedimientos las innumerables fracciones de gas que a impulso de
las poderosísimas fuerzas cósmicas aplicadas se iban formando y dispersando en
el seno de la etérea masa inicial, iban siendo fracciones sometidas a oportunos
y apropiados procesos de reelaboración; los cuales procesos incluían oportunas
acciones de atracción, repulsión, aceleración, deceleración, radiación,
compresión, descompresión, calentamiento, enfriamiento, fusión, fisión, etc.,
etc., y como consecuencia de ello iban surgiendo ingentes cantidades de cuerpos
estelares que en sus inicios serían hirvientes fluidos pero que, de manera
paulatina y al reducirse su temperatura, irían alcanzando variable estado
sólido. Con los así obtenidos cuerpos estelares, se iban formando diferentes
agrupamientos orgánicos: los denominados
sistemas solares o galaxias o acumulaciones de galaxias, que se hallarían
distanciados (aunque interactivos) entre sí dando relleno al etéreo universal
entramado.
Bien, pues de esa manera dicha, fue como
pudiera haber llegado a ocurrir que resultase procreado, y se fuera formando y
desarrollando el organismo corporal del Universo, y como también pudiera
haberse iniciado, en el seno de uno de los órganos o regiones corporales
formados en el marco de una galaxia a la cual denominamos Vía Láctea y hace ya
más de cinco mil quinientos millones de años, como pudiera haberse iniciado la
formación del “pequeño” agrupamiento estelar complejo, denominado: Sistema
Solar; y en el cual agrupamiento o sistema orgánico estelar, a su vez, quedó
integrado este astro, este planeta, que nos acoge y nos abastece de recursos,
de lugares y de estímulos vitales a todos sus habitantes, y cuyo nombre o usual
denominativo que le aplicamos es: la Tierra.
Y no podría dejar de llamar nuestra
atención el sistema de procreación empleado por el alma denominada Naturaleza,
el sistema empleado para la realización inicial del cuerpo físico del individuo
viviente Universo; un sistema peculiar él, ya que la Naturaleza hubo de partir
para realizarlo de las sustancias espirituales
que Dios había puesto a su disposición, y luego, por procedimientos minerativos, hubo de ir consiguiendo
ella la transformación cualitativa de tales sustancias espirituales en una otra
sustancia original, de esencia física, y en las elementales partículas de carácter
físico constitutivas de la materia mineral primaria; en contraste, tal sistema
procreador, con los sistemas de procreación empleados después por los demás
seres vivientes procreadores, incluido el propio Universo cuando llegó él a ser
procreador, ya que estos seres conseguirían su propósito procreador formando
estructuras moleculares biológicas y conjuntos de agregados materiales
embrionarios, germinativos o fecundativos, a partir de materias minerales naturales.
Y en atención a la peculiaridad que encontramos en el sistema de procreación
empleado por la Naturaleza para realizar el componente corporal embrionario del
Universo, parece ser merecedor ese sistema de que se le conceda apropiada
denominación distintiva; por ello, vaya como propuesta al efecto, la de: procreación minerativa o sistema procreador
minerativo, en atención a las características minerales originales del
material embrionario elaborado por la Naturaleza a partir de sustancias
inmateriales, espirituales, y también para distinguir tal sistema de
procreación del Universo, para distinguirlo de los otros sistemas surgidos con
posterioridad, el germinativo y el fecundativo, cuyo material embrionario a
emplear en estos sistemas se obtendría ya a partir de sustancias materiales
biológicas.
Desde su primer instante de vida y ya de
modo continuo después, el Universo actúa y se manifiesta como el individuo vivo
que es él, y algunas o muchas de cuyas permanentes manifestaciones y
actuaciones: de vida y de acción, en
su momento no pasarían desapercibidas a la sensibilidad consciente y racional,
de mentes humanas; dándose lugar con ello a que hubiera quienes, entre otras
muchas deducciones o conjeturas y en consideración a las, presentidamente
infinitas, proporciones dimensionales del cósmico cuerpo de ese excepcional ser
viviente, llegaran a considerar tal inmenso cuerpo universal como el
constitutivo del componente físico que, en
similitud al cuerpo físico que, durante su vida terrenal, han de tener los
individuos humanos y todos los demás seres vivientes, supusieran aquellos
mismos que había de tener también el propio Creador; es decir, para algunos
pensantes (obviamente equivocados, puesto
que todo lo físico es de naturaleza temporal, mutable, perecedera; y, por ello,
todo lo físico es incompatible con la, inmutable y eterna, perfección
constitutiva del espiritual ser divino), para algunos pensantes (equivocados) Dios estaría constituido
por un componente espiritual: alma o Espíritu, y por un componente físico: el organismo corporal del Universo.
La primera de todas las criaturas
vivientes creadas, el primer individuo filial (de Dios) de constitución
alma-cuerpo que recibió existencia, hubo de serlo el Universo; con él se
proporcionarían los lugares, los recursos y un conjunto de estímulos, de
acciones y de circunstancias concurrentes que habrían de contribuir con
carácter decisivo a hacer posible la existencia terrenal de todas las demás
criaturas vivientes que, repartidas por entre todas las especies biológicas habidas
evolutivamente, llegaran a producirse a lo largo de los tiempos; criaturas que
habrían de ir surgiendo por medio de la reproducción biológica filial en el
planeta Tierra y en cualesquiera otras posibles regiones del cósmico seno de ese
universal primer ser creado.
Desde el momento inicial de la
existencia del Universo, Dios comienza a sentir cómo se hacen realidad Sus
designios creacionales universales, y actuará Él en ellos de modo ordenado,
perfecto, sin contradecir en ningún caso la universalidad de Su Ser, sin
injerencias Suyas en cuestiones temporales contingentes o particulares. De ese
modo y desde aquel mismo momento inicial, Dios será absolutamente respetuoso
para con la plena libertad de acción que, en lo que de Él dependiera, otorgaría
a todas Sus filiales criaturas vivientes, a todas las criaturas que fueran
siendo habidas en el marco de Su Obra de la Creación.
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