jueves, 29 de diciembre de 2011

La auténtica filosofía VI





Por José Antonio Chamorro Manzano


• Antecedentes:


- Los imperativos genéticos innatos de herencia paterno-materna, impulsan el alma del individuo en estado de gestación a ir dotándose con un organismo físico corporal característico de su especie genealógica. Y dentro de ese organismo corporal habrán de estar incluidos (salvo anomalías particulares) todos los diversos órganos que habrá de necesitar el individuo para poder realizar sus correspondientes actividades funcionales genéricas de vida y de acción.

Por dicho motivo, cada persona llegará a estar dotada con, entre todos los demás, los órganos propios del sexo masculino o con los del sexo femenino; para así, y si en su fase de madurez se diesen las condiciones circunstanciales adecuadas, poder participar en la realización de las actividades relativas a la procreación filial.

- En el ámbito humano, la función de la procreación filial conlleva la obligación moral de cuidar y proteger y proporcionar el más acertado aprendizaje a las criaturas surgidas, y ello desde el instante inicial de la existencia de cada una de éstas.

El instante inicial de la existencia individual, es el instante en el que Dios infunde el alma respectiva que da el ser al nuevo individuo. Entonces, ese alma toma posesión del reunido material preembrionario y mediante el modelo de actuación proporcionado por la simultánea inspiración genética progenitora, da comienzo ella a la realización del proceso biológico denominado embriogénesis. Y ya desde entonces, habrá de ir pasando el mismo individuo por las subsiguientes fases sucesivas de desarrollo corporal (embrionaria, fetal, infantil, juvenil, madurez y ancianidad).

- Por causas derivadas del conocimiento intuitivo de dicha obligación moral o por otras causas relativas al proyecto de vida que la persona decida o se vea forzada a emprender y que resultasen causas previsiblemente incompatibles con su dedicación a las obligaciones progenitoras, habrá muchas personas que aun estando capacitadas orgánicamente para la procreación decidan abstenerse de realizar las actividades correspondientes a esa función.

- En el alma existen unos instintos naturales, llamémosles garantes de la dedicación del individuo al cumplimiento de sus funciones existenciales genéricas, y que incitan a éste a llevar a cabo las correspondientes actividades; y lo hacen ellos de modo irracional, imperioso y constante, a veces irresistible.

Para poder contrarrestar con propia voluntad la violenta presión de las incitaciones que le son causadas por sus instintos naturales, el individuo tendría que valerse de adecuados poderosos argumentos de razón; aunque, para conseguirse tales argumentos, le resulta necesaria una acertada y convincente educación, que en su aspecto moral ha de estar basada en los principios universales que conforman la auténtica teología, de inspiración divina. Mientras la persona no disponga de tales argumentos de razón, veremos cómo ella estará sometida a la irrefrenable presión violenta de sus instintos y a expensas de los azares de su suerte que la puedan favorecer o no.

- Por todo lo dicho, ocurrirá el que haya personas que decidan abstenerse, total o temporalmente, de realizar las actividades propias de la procreación. Pero también ocurrirá el que haya otras personas que, incapaces de defenderse del acoso de sus instintos y de la influencia de las nocivas incitaciones circulantes en su ámbito social, se vean obsesivamente impulsadas a la práctica de actividades sexuales de carácter aberrante o abusivo y sin ánimo procreador. En este caso, las personas habrán de pasar una angustiosa odisea que les llevará a la degeneración (aberraciones, prácticas anticonceptivas, aborto), odisea que les llevará a estar expuestas a actuar ignorando o contrariando la inspiración divina y malversando su tiempo y sus facultades psicofísicas.


• Los hechos:


- El alma humana se halla dotada con los sentimientos existenciales de Amor, Vida y Acción que Dios le inspira mediante el componente primero y fundamental del alma, el Código Genético Divino. Aunque, para el debido ejercicio práctico de esos sentimientos, la persona necesita valerse de una acertada y convincente educación, de carácter moral y científico-biológico y sociológico-convivencial, etc.

- Por otra parte, la posible corrupción habida en los ámbitos sociales en los que participa la persona, influirá –a veces, de modo determinante– en sus decisiones de conducta, en su manera de ser.

- Si nos centramos en la cuestión sexual concerniente al libre albedrío de la persona, pudieran ocurrir dos cosas:

Primera: Que la persona no haya conseguido aún el adquirir los argumentos de razón necesarios para poder dominar sus instintos irracionales. Y entonces ella no sea capaz de, por propia voluntad, poder conducirse conforme a su destino existencial natural –el inspirado por Dios–, y en la manera en que la práctica fiel de la consecuente y civilizada sociabilidad fraterna exige.

Segunda: Que la persona haya conseguido ya adquirir los argumentos de razón necesarios para poder dominar sus instintos irracionales, y pueda procurar el comportarse debidamente, conforme a lo dicho en el párrafo anterior.

• Conclusión:


- El tema es de muy superior extensión a la que puede tener cabida en este solo capítulo; habremos de continuarlo en siguientes capítulos. Para concluir ahora, hagamos dos breves consideraciones consecuentes a lo dicho en el epígrafe anterior:

Una: Todas las personas deberíamos tener en cuenta que el organismo psicofísico humano dispone de manera natural, genealógica, de unas defensas básicas para protegerse de cualesquiera conductas que pudieran atentar gravemente contra su propia integridad y buen estado y debida dedicación. Y esas defensas son rigurosas; cuando han de actuar, empiezan ellas por –a manera de aviso preventivo– desfigurar y hacer repelente la imagen personal del individuo y luego, si fuera necesario, –a manera de fuerza correctiva– acabarían por producirle incapacidades funcionales, incluso de carácter vital.

Dos: Todas las personas deberíamos tener en cuenta que, para poder conseguir adquirir y reforzar los argumentos de razón necesarios para poder dominar los instintos irracionales, deberemos procurar dedicar todas nuestras facultades psicofísicas a la realización constante de aquellas actividades que particularmente nos sean posibles y que sean conformes a nuestro destino natural de inspiración divina.

- El alma no puede estar inactiva; siempre ha de estar ocupada en la realización de alguna de las funciones existenciales que motivan su existencia terrena. La ociosidad hará posible la dedicación a actividades corruptoras, y, en consecuencia, el que el alma haya de hacer entrar en acción sus defensas naturales básicas.

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