El verdadero sentido de la navidad es el nacimiento de un Dios que se hizo niño por amor.
En la sociedad actual, donde por desgracia las fiestas que se avecinan
están perdiendo progresivamente su valor religioso, es importante que
los signos externos de estos días no nos alejen del significado genuino
del misterio que celebramos. A saber: el Verbo de Dios se ha hecho carne
y ha puesto su morada entre nosotros. Vivamos, por tanto, con gozo este
hecho maravilloso. El Eterno ha entrado en los límites del espacio y el
tiempo para hacer posible que hoy nos encontremos con Él. Dios está
cerca de cada uno de nosotros y desea que lo descubramos, para que con
su luz se disipen las tinieblas que encubren nuestra vida y la
humanidad. Vivamos asimismo la Navidad contemplando con fervor el camino
del inmenso amor de Dios, que nos atrae hacia Sí a través de la
encarnación, pasión, muerte y resurrección de su Hijo. Sobre todo,
vivamos este misterio en la Eucaristía, verdadero eje de la Navidad. En
ella se hace realmente presente Jesús, Pan bajado del cielo y Cordero
sacrificado por nuestra salvación.
BENEDICTO XVI
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