lunes, 28 de noviembre de 2011

La auténtica filosofía (IV)





Por, José Antonio Chamorro Manzano


• Antecedentes:


- Todas las personas con apropiado uso de razón tenemos necesidad existencial de ir conociendo cada vez mejor a Dios. Aunque, en medio de las peripecias de la vida y mientras nos consideremos fuertes y autosuficientes, no sintiésemos de modo claro e inaplazable esa necesidad.

Y prueba de la tenencia de esa necesidad –y también causa de ella– es que, para poder conocer sobre Dios, sobre Su naturaleza, Sus sentimientos, Sus facultades y atributos y Sus designios, disponemos constitutivamente de la información guía aplicable que, en la intimidad de la consciencia de nuestro ser y mediante el inconfundible lenguaje sentimental divino, Él inspira en el instante original (de la persona) en cada una de todas las respectivas almas.

Inspiración, guía de conocimiento, que Dios nos proporciona inserta en el componente psíquico primero y fundamental de nuestro ser, el conocido como Código Genético Divino.

E información divina que para que el alma, cuando alcance ella a disponer de aptitud facultativa racional, pueda ir sirviéndose de esa información a fin de obtener acertadas ideas motivadoras y funcionales, acertadas ideas racionales aplicables, es información que requiere del propio esfuerzo positivo, consciente, meditado y reflexivo, de la respectiva persona.

- Pero, a Dios no podía pasarLe inadvertido el que Sus criaturas, aunque llegaran a disponer ellas de aventajada aptitud racional, no en todas las ocasiones estarían ellas en disposición de poder guiarse de manera acertada según su capacidad de razonamiento, no en todas las ocasiones estarían las personas en disposición de poder realizar su propio esfuerzo positivo, consciente, meditado y reflexivo para de modo acertado hacer uso de la información con la que desde su respectivo instante original las había dotado Él, a cada una de las criaturas.

Así que, por ese motivo de previsible fallo ocasional de las motivaciones de conducta acertada en las personas, la perfección creadora de Dios ya había previsto y proporcionado el remedio a tal inconveniente posibilidad; la inspiración (genética) divina proponía y predisponía además a cada alma para el ejercicio natural de la sociabilidad fraterna, del mutuo apoyo fraterno.

Con ello, las criaturas vivientes estarían predispuestas para practicar sus actuaciones y su debida convivencia en el marco de un necesario (y muchas veces difícil) equilibrio entre las necesidades individuales y las necesidades ajenas y las necesidades colectivas.

Aunque luego las diversas contingencias concurrentes a cada momento o situación pudieran tornar tal predisposición de sociabilidad (conforme a la inspiración divina), en indeseable insociabilidad o antagonismo. Y es que Dios no podía limitar la libre voluntad que necesitaba otorgar a Sus criaturas, si es que éstas habían de ser responsables de sus actos a efectos de poder llegar a alcanzar la semejanza de su respectiva alma, con el Espíritu de Él. Dios no podía quitar ni limitar al alma racional su facultad de libre voluntad; y es esa libre voluntad personal lo que a veces nos lleva a actuar conforme a la conciencia del bien y del mal, y otras veces nos lleva a actuar contrariando la conciencia del bien y del mal.


• Los hechos:


- Para toda persona que inicia su vida terrena y por causa de los imperativos genéticos que la determinen, la duración del transcurso de esa vida no suele superar en mucho los cien años de edad; luego, vendrán influencias pretendidas o circunstanciales que favorecerán o dificultarán la posibilidad de sobrepasar o de no alcanzar el límite máximo de su particular esperanza temporal de vida.

- Aunque estemos en el siglo XXI y la Humanidad haya logrado ya un muy notable conocimiento y aplicación de las ciencias físicas y las ciencias exactas, en lo que es relativo a las ciencias o saberes teológico-filosóficos la Humanidad se encuentra estancada en una muy notable confusión. Hasta tal punto es así,  que en el seno de la sociedad humana parece que se dedican muchos más recursos mentales y personales y crematísticos, “a negar la existencia de Dios o a afirmar supuestas naturalezas partidistas de Dios y a negar la existencia del alma y a negar la trascendencia eterna de las decisiones de libre voluntad”, muchos más recursos que “a contribuir a descubrir y formalizar los principios universales existenciales que Dios inspira en cada una de todas las almas”. Entre estos últimos, los principios relativos a la también inspirada por Él “predisposición a la sociabilidad fraterna”.

- Dentro de las previsiones de Dios, cada alma dedica su vida terrena a preparar su propia forma de ser (sus capacidades y sus cualidades) para la Vida Eterna. Seamos conscientes de ello o no lo seamos, aceptémoslo o no lo aceptemos, el caso es que dicha previsión de Dios se cumple; cada alma, cada persona, será en la Vida Eterna “lo que haya conseguido para sí misma mediante el ejercicio de su libre voluntad en la vida terrena”.

Y en la Vida Eterna lo único respirable, la única fuerza de gravedad sociable, es el Amor de Dios, junto con todos los demás sentimientos de Dios, que Él ofrece por igual a todas Sus criaturas.


• Conclusión:


- En la Vida Eterna, cada alma mostrará a la consideración, por parte de las demás almas, “todas las que fueron sus intenciones y sus decisiones  y todos los que fueron sus actos, durante su vida terrena”; sin posibilidad de falsas excusas o de engaños.

- Lo más importante para cada alma, será “el sentirse libre de remordimiento y de sentimiento de culpa”.

- Si lo dicho hasta aquí es importante “para toda alma en general”, mucho más importante y determinante lo será “para quienes tengamos la posibilidad de estudiar la auténtica naturaleza de Dios y de, en el marco de la sociabilidad inspirada por Él, difundirla y enseñarla con fidelidad a nuestras hermanas, las demás almas”.

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