Por
José Antonio Chamorro Manzano
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(Diálogo
protagonizado por un ordenante profanador de tumbas
y el
ánima de una de sus víctimas).
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ESCENA ÚNICA
Corre el mes de noviembre, mes de
respeto especial para con todas las ánimas que Allá nos aguardan. Al levantarse
el telón, es de madrugada y en una estancia palaciega casi en penumbra tiene
lugar el encuentro entre una determinada ánima victima de tumba profanada
y su perseguidor, el palaciego
ordenante profanador de tumbas.
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Ordenante
profanador de tumbas:
¡Culpa
mía no lo fue!
¿Por
qué lo hice? No lo sé…
Maldad
instigada enloqueció mi mente intoxicada;
necesitaba
arrasar, destruir, borrar tu huella,
y al
ver tu tumba ensalzada, pero indefensa junto al altar reposada,
cobarde
yo, tramé ofensa plebeya
y,
así, arremetí contra ti, para expulsarte de tu tumba aquella.
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Ánima
victima de tumba profanada:
Pues,
llegaste tarde, Ordenante.
Para
entonces, ya me hallaba yo liberada, por Dios,
de la
soledad de la sepultura.
Así
pues ¡Fue vano tu dictatorial intento
por
expulsarme de aquella mi sepulcral pacífica atadura!
Y
ahora ya, entre el afectivo clamor popular que me honra con su lealtad,
ahora
ya, todo el solar español acoge, con su proverbial galanura,
mi
patriótica eterna singladura.
Mis
mortales restos, mis huesos y mis cenizas,
no me
pertenecen ya;
más
pronto o más tarde, la tierra que me prestó su materia los reclamará;
mientras
tanto, desde ahora y hasta que tú mismo te veas cómo agonizas,
habrás
de sentir sobre tus hombros, molestos,
el insoportable
peso de todos cuantos profanaste mortales restos.
Ordenante,
¡cesa, pues, de mal obrar!;
recupera
el buen talante, sana tu alma
y no
lo demores con vacilante calma.
Cesa,
pues, de mal obrar
y no
ofendas a los españoles, que se pueden enojar.
Y
además, para por mi parte terminar. Te lo ruego en caridad:
Antes
de que te llegue tu hora mortal siempre al acecho,
¡procura
reparar todo el daño que hayas hecho,
no te
vayas a cargar con el peso de toda tu maldad
para
toda la Eternidad!
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Ordenante
profanador de tumbas:
¡Oh!
Mi infamante historia irrumpe ahora en mi memoria.
Ni lo
juzgaba sagrado,
ni
era, lugar o derecho alguno, por mi audacia respetado.
Por
donde quiera que fui,… la razón atropellé,… la virtud escarnecí,…
a la
justicia burlé,… emponzoñé cuanto vi,…
y en
todas partes dejé memoria amarga de mí…
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Ánima
victima de tumba profanada:
Pues,
aun con eso no obstante, hazme caso Ordenante:
Ya
que clemente, paternal y anhelante Dios lo reclama,
recupera
el buen talante, ¡sana tu alma!, y lo demores con vacilante calma.
Que
el infierno que tú, con tu tiránico efímero poder,
has
construido y al noble pueblo español se lo estás haciendo padecer,
habrá
de acogerte a ti mismo él, sin piedad y por toda la eternidad.
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Tañido fúnebre de campanas que doblan
en toque de difuntos.
Cantos funerales, salmos
penitenciales.
Voz de la conciencia del ordenante: Tu
tiempo se acaba ya;
por allí se ven venir los demonios que
tu alma se llevarán.
Voces del ordenante que huye: Llamé al diablo y no me oyó, pues si
sus puertas él me cierra, de mis pasos en la Tierra, responda el diablo y no
yo….
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