Sin embargo, en
Europa, erramos de nuevo el tiro. Si eso que algunos nos empeñamos en sentir
como “Europa” existiese de verdad, y pretendiera plantearse un boicot en toda
regla, y con antecedentes voluminosos, este debería ser contra Turquía. Por
desgracia, en el terreno internacional, Turquía es el ejemplo más obsceno de que
el viejo barbudo Karl Marx daba en el blanco: ni la religión, ni la nación, ni
la raza, ni la solidaridad, ni las voces de los antepasados, ni el bucle de Jon
Juaristi, ni las gaitas isleñas… tienen más capacidad de movilizar que la
economía. Por eso los europeos, y los estadounidenses, callan y loan las
bondades otomanas (Alemania la primera, con esos cuatro millones de turcos que
viven en su suelo) y no dejan de mirar de reojo la enorme cola turcófona que se
extiende por Asia, en repúblicas siempre turbulentas.
Contra Armenia,
contra Grecia, contra Chipre, contra el Kurdistán, contra sus propias minorías…
Turquía es el ejemplo del depredador. Todo lo que no sea turco y musulmán es
despreciable, ergo, eliminable. Los armenios –desconozco el motivo, pues
forman como pocas otras naciones parte de la Ur-Europa– gozan de poca
empatía por nuestra península, a pesar de haber vivido un holocausto (un millón
y medio de armenios exterminados por los turcos en 1914); los griegos, sin
entrar en conflictos fronterizos que salpican las relaciones, ven muy lejos
aquel terrible 1922, año en que Turquía realizó una eficiente limpieza étnica de
dos millones de helenos; los chipriotas, por su parte, aún siguen con su isla
invadida por los turcos, y la población continúa teniendo en carne viva esos
campos y casas tomados, y la capital, Nicosia, dividida por la mitad, con el
aeropuerto aún inutilizable; los kurdos saben muy bien que los turcos no admiten
ningún tipo de componenda: asesinatos, bombardeos, etc. son las noticias usuales
de esta región; y también hay religiosos cristianos que de vez en cuando son
asesinados aquí y allá por algún turco demasiado creyente. ¿Seguro que La Haya
no encontraría vivo aún a ningún criminal de guerra?
Como ven,
magníficas credenciales para un país que aspira a ingresar en la Unión Europea.
Su crecimiento lo ha realizado a expensas del nuestro. Sería, por tanto, un país
del todo boicoteable si lo que movilizara fueran los mismos valores por los que
Miguel de Cervantes se batió contra ellos en las costas de Lepanto.
Ahora, en este
septiembre de 2011, el gobierno turco vuelve a las bravatas con motivo de esas
“flotillas por la libertad” cuyo objetivo es entrar en Gaza. ¿Para cuándo una
flotilla internacional que salga de Estambul hacia Lárnaka? Y digo Chipre porque
deberíamos considerarla, si somos nacionalistas europeos, como algo tan nuestro
como Ceuta o las Cíes… y porque sigue ocupada militarmente por los turcos, con
esa ilegal, y no reconocida por ningún estado del mundo salvo por Ankara,
República Turca del Norte de Chipre. ¿O es que padecemos de amnesia? Pero esto a
nadie le importa. Turquía, el enemigo secular de Europa, se ha convertido en el
gran aliado en la región y todo se le ha de perdonar. Y los europeítos amantes
de lo exótico vuelven contando lo bien que se lo han pasado en Estambul. ¡Dios
mío, si hasta Israel ha tenido buen rollo con ellos!
Nunca pensaría
nuestro gran Cervantes que al cabo de los siglos se transformaría, para sus
propios compatriotas europeos, en su personaje, en el mismo Quijote: ¡¿Pero
quién te manda ir a luchar, Miguel?! ¡¡Que son nuestros amigos!! Y cuando
Cervantes se volvió a escuchar la voz del devenir, le desapareció la mano de un
bombazo.
JOSEP CARLES LAÍNEZ
1 comentario:
El principal problema de España y de Europa es la pérdida de identidad religiosa que estamos paciendo siendo objeto de insulto y violencia la religión católica, e implantándose por la fuerza la ideología musulmana. Para frenar esta invasión del mundo musulmán tendríamos que tener más presente a Dios y a la religión católica en nuestras vidas.
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