miércoles, 28 de septiembre de 2011

21-N. Carme o Carmen he ahí la cuestión.


Cuando la ya prácticamente exministra de Defensa se vio obligada a retirar su candidatura al espejismo de las primarias socialistas, que más parecía una pantomima o un aquelarre, no pocos dieron por finiquitada la carrera política de la ambición rubia del socialismo. El guión escrito por los viejos felipistas, ansiosos por limpiar al socialismo de lo que para ellos no son más que desagradecidos advenedizos, entre los que por cierto muchos incluyen al ínclito José Bono, pasaba por llevar a uno de los suyos, a un hombre de confianza, a Pérez Rubalcaba, a la Secretaría General del PSOE y después, siguiendo este orden, nuevamente a La Moncloa. Las elecciones del 20-N, adelantadas forzando a José Luis Rodríguez Zapatero primero a convocarlas y después a dejar en suspenso las tan anunciadas como inanes reformas estructurales, en este esquema, no serían más que el primer paso hacia ese idílico futuro capaz de reverdecer las viejas glorias de la izquierda.

Que las elecciones están perdidas para el PSOE es una realidad con la que trabaja el gabinete demoscópico de Ferraz. Un gabinete que, por otro lado, aspira a conseguir sus objetivos repitiendo la misma estrategia que llevó a ZP a la Moncloa disociando, en una estrategia un tanto esquizofrénica, a Pérez Rubalcaba de la marca PSOE o simplemente convirtiéndolo en sí mismo en una marca de izquierdas. Que nadie se engañe, no aspiran los expertos en campañas del socialismo a ganar las próximas elecciones; ese no es su horizonte. Su objetivo es evitar una debacle socialista y poner las bases de cara a la recuperación del poder dentro de cuatro años mediante una estrategia de dura oposición en la calle y en el Parlamento. Pero para que se cumplan los bellos sueños de Pérez Rubalcaba y su cuadrilla es preciso recuperar este 20-N algo de terreno frente al Partido Popular. El objetivo mínimo es reducir al máximo posible la pérdida de escaños buscando obtener en torno a los 140, de tal modo que la izquierda tenga un bloque de conjunto importante en la cámara. El objetivo máximo, y difícilmente alcanzable, sería conseguir que el PP no consiguiera mayoría absoluta; siendo el mejor de los escenarios aquel en el que a Mariano Rajoy no le bastase con el apoyo de CiU para gobernar (posibilidad ésta, la de un gobierno del PP con apoyo de CiU, que tampoco es descartable en Génova aunque las encuestas la entierren semana tras semana). En ambos casos el socialismo dispondría de un margen de maniobra suficiente para lanzarse a la calle, a la agitación social, ante las previsibles políticas de recorte que el PP estará obligado a realizar.

Ahora bien, si ninguna de los dos objetivos se alcanza, si Pérez Rubalcaba se hunde obteniendo menos escaños de los que obtuvo Almunia, la lucha por la Secretaría General del PSOE y por el control del partido estará abierta a partir del 21-N. Y es ahí donde la figura de Carme Chachón vuelve a brillar con luz propia.

Por ello, una de las claves de las elecciones del 20-N, ya que el resultado no arroja ninguna duda, la victoria del PP (catorce puntos de diferencia a menos de dos meses vista son insalvables), será lo que suceda en Cataluña. El futuro político de Pérez Rubalcaba depende, en gran medida, del comportamiento electoral que se registre en Andalucía y en Cataluña, los dos grandes viveros de votos y escaños del socialismo. No parece que en Andalucía se vayan a reeditar los grandes éxitos del PSOE, siendo segura la pérdida de escaños, pero donde se puede producir la gran debacle que entierre al socialismo es en Cataluña.

Carme Chacón, que cuenta con un buen equipo de asesoramiento y con un extenso lobby en PSOE que está colocando jóvenes alevines en las listas provinciales, está deshojando la margarita de qué hacer. Carme pude adoptar un perfil bajo y entrar en campaña, subordinada y ligada a Pérez Rubalcaba, como líder de los socialistas catalanes o puede optar por una campaña personalista en Cataluña y jugarse el mañana ya mismo en una apuesta no exenta de riesgo. En cualquier caso ya ha puesto precio a su apoyo: el PSC deberá tener grupo parlamentario propio. Así, a partir de diciembre el PSOE tendrá dos voces en la oposición: una la de Rubalcaba y otra la de Carme. Eso si se cumplen las previsiones de los estrategas socialistas. Pero, ¿y si no se cumplen?

Pudiera darse la circunstancia de que Carme se convirtiera, y en las próximas semanas saldremos de dudas, en un elemento activo de la campaña en Cataluña y que decidiera jugar a fondo sus cartas. De hecho ya se ha presentado como paranacionalista a raíz de lo acontecido con la sentencia del TSCJ sobre la utilización del castellano como lengua vehicular en Cataluña porque quiere recuperar los votos de la izquierda nacionalista burguesa. Si Carme hace campaña y consigue un buen resultado en Cataluña mientras Pérez Rubalcaba se estrella en el resto de España la lucha por el poder estará abierta, pudiendo contar con un buen número de diputados jóvenes que la seguirán. El dilema de Carme es que sabe que si en los próximos cuatro años no se transforma en Carmen difícilmente podrá aspirar a ganar en las siguientes elecciones y esa es la margarita que la ambición rubia tiene que deshojar.



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