martes, 10 de mayo de 2011

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BILDU ESTÁ DENTRO… DEFINITIVAMENTE.

Los miembros del Tribunal Constitucional, por mayoría de seis a cinco, han declarado contraria a la Constitución de 1978 la decisión previa del Tribunal Supremo que, estableciendo la naturaleza terrorista de la coalición electoral etarra, había fallado estimar sendos recursos de la Abogacía del Estado y de la Fiscalía General del Estado en que quedaba demostrada la vinculación de la coalición Bildu al entramado terrorista y su subordinación a la estrategia de ETA.

La Sentencia del Supremo se fundamentaba en una verdad evidente: que Bildu es el instrumento electoral impulsado por ETA para procurar la permanencia de sus testaferros políticos (Batasuna, por sí o por medio de cualquiera de sus franquicias) en las instituciones locales de las provincias vascas y en Navarra.

Como la misma Sentencia del Supremo recoge:

“En definitiva, y salvo que se quiera mantener formalmente las apariencias a riesgo de hacer la realidad ininteligible, la coalición electoral Bildu responde a lo que fue el designio inicial del Acuerdo suscrito entre Batasuna, Eusko Alkatasuna y Alternatiba: una coalición que permite a Batasuna/ETA volver (debería decir, cabalmente, continuar) a la presencia institucional en las Administraciones territoriales de acuerdo con sus estimaciones electorales y con garantía de autonomía operativa, aún integrada en la Coalición”.

El Tribunal Constitucional ha optado, sin embargo, por “mantener formalmente las apariencias a riesgo de hacer la realidad ininteligible” y ha procedido a revocar la sentencia del Supremo.

No se conocen (cuando esto escribo) los fundamentos jurídicos de tal decisión. Tampoco importan. Todos nos hacemos una idea de cuales serán. Sean cuales sean no serán otra cosa que encubrimiento leguleyo de una arbitrariedad política.

Lo categórico es que para el Tribunal Constitucional, para este Estado y para el conjunto de sus Instituciones que aceptan cuando no justifican su arbitraria decisión, es prioritaria la defensa del derecho formal de participación política de una cuadrilla de asesinos (o de sus testaferros, según sentencia del Tribunal Supremo) a la defensa del derecho a la protección efectiva de la vida (sin eufemismo), de la seguridad y de la libertad de sus víctimas directas e indirectas (pasadas, presente y futuras).

Lo categórico es que para el Tribunal Constitucional, para este Estado y para el conjunto de sus Instituciones que aceptan cuando no justifican su arbitraria decisión, la justicia no es otra cosa que la instrumentación espuria de un ordenamiento jurídico al servicio de unos intereses sectarios deducidos, no de una categoría de razón permanente, sino del capricho del poder político.

Lo categórico es que este fallo del Tribunal Constitucional legitima el terrorismo al cobijar bajo la legislación del Estado a sus testaferros.

Lo categórico es que, en virtud de este fallo del Tribunal Constitucional, el Estado se constituye en objetivo colaborador necesario de la banda terrorista ETA y, en consecuencia, en responsable directo de los actos de esta y de sus consecuencias.

Lo categórico es que con este fallo, que se suma a tantas otras arbitrariedades anteriores, no sólo el Tribunal Constitucional sino el conjunto del Estado de 1978 se deslegitima. Pierde toda legitimad en el ejercicio del poder. Poder que nunca deber ser, para ser legítimo, expresión de la arbitrariedad puesta al servicio de un interés sectario o circunstancial sino que debe ser expresión deducida de una categoría de razón permanente al servicio de la justicia y de la verdad.



Una cuarta parte de los jóvenes españoles estarían en disposición de aceptar una dictadura.

Treinta años después del intento de golpe de Estado del 23-F, que puso al borde del precipicio a la joven democracia española, la actual crisis económica está degradando los fundamentos del ya asentado sistema democrático.

Una prueba de ello es que la desafección hacia la democracia entre los jóvenes es tal que una cuarta parte estaría en disposición de aceptar una dictadura, concretamente el 23,2% de los jóvenes menores de 29 años, como constatan los datos del CIS.


El estudio añade también que casi la mitad de la población en España (47,1%) no está satisfecha con la democracia, como se puede observar en el siguiente cuadro, elaborado a partir de los datos del CIS de los que se hizo eco una información publicada por el diario La Vanguardia el lunes, 21 de febrero.


En la tabla se puede ver el progresivo deterioro de la afección democrática de los españoles desde 1998, año en que alcanzó el mayor porcentaje de personas que estaban muy o bastante satisfechas con el sistema democrático (70,6%), de entre una serie analizada por el CIS que arranca en 1984.

Por el contrario, los que están poco o nada satisfechos con la democracia pasaron del 26,3% de 1998 al 34,4% en 2004, dando un espectacular salto como consecuencia de la crisis hasta alcanzar el 47,1% en 2010, lo que supone un incremento de más de 20 puntos porcentuales con respecto a hace doce años.

El estudio del CIS viene a constatar que el apoyo al sistema democrático aumenta en los años de bonanza económica y tiene a disminuir en los de crisis, que en la actual situación económica de España está provocando el descontento más marcado de toda la democracia, sobre todo entre los jóvenes.

Aceptar una dictadura, una opción para los jóvenes:

Además, los datos del CIS muestran precisamente que la actitud de los jóvenes con respecto al sistema democrático dibuja una imagen aún peor, si cabe, que la anterior Como se ve en la tabla que sigue, hay una gran diferencia generacional con respecto a la democracia.


Mientras que a un 9,7% de la población en general le es igual un sistema que otro, el porcentaje aumenta hasta el 15,5% en el caso de los jóvenes hasta los 29 años.

Si a este porcentaje se le suma el del 7,7% que considera que en algunos casos puede ser preferible una dictadura, similar al que manifiesta la población en general (7,8%), resulta que un 23,2% de los jóvenes no tendría demasiados problemas en aceptar una dictadura.

Los datos del CIS no dejan de ser una luz de alerta para la sociedad, ya que estamos hablando de gente joven, es decir de la gente que ha de construir el futuro de España. Para que este panorama cambie sustancialmente es necesario que primero se modifiquen o cambien las expectativas, algo que hoy por hoy parece bastante difícil.

Si el fundamento de la democracia se basa en gran medida en el grado de satisfacción que los ciudadanos tienen de ella, y a este hecho se suman las cifras desbocadas de desempleo en España y la ausencia de perspectivas que indiquen una mejora a corto plazo, la actual fotografía que muestra el estudio del CIS refleja un futuro poco esperanzador.

Autor: Víctor Ruiz

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