Destrucción de cruces en Rusia en apoyo a Pussy Riot.

 

Un grupo que se hace llamar Voluntad Popular y que se considera un “movimiento de demócratas cibernéticos revolucionarios que aboga por la implantación de un régimen de democracia directa con el empleo de las redes sociales” ha destruido varias cruces en dos regiones de Rusia, Cheliabinsk y Arjánguelsk, como protesta por la condena de las componentes de Pussy Riot condenadas recientemente por su gamberrada profanadora en la catedral de Moscú. Además de exigir la libertad de las tres mujeres condenadas, Voluntad Popular ha reconocido que “el ataque apunta únicamente contra la Iglesia Ortodoxa, que es el departamento ideológico de la banda delictiva Rusia Unida (el partido oficialista ruso)”, utilizando la conocida excusa de que sus acciones son en contra de la institución y no del cristianismo ortodoxo como religión.

Esta acción no es nueva. Hace algo más de una semana, el conocido grupo feminista ucraniano Femen serró con una motosierra una cruz de madera erigida en recuerdo de de las víctimas de las represiones estalinistas que se encontraba instalada en el centro de Kiev, acción reivindicada como una muestra de apoyo a las Pussy Riot.

Al contrario de lo que puedan pensar todos estos grupos, estas acciones suponen una ofensa a los cristianos ortodoxos porque, por mucho que se camuflen como muestras de apoyo a unas determinadas personas o como críticas a una institución, es imposible separar el cristianismo ortodoxo de la Iglesia Ortodoxa por la sencilla razón de que es la institución la encargada de marcar y exponer a la sociedad en qué consiste ese sentimiento de fe, que no puede interpretarse como a cada cual le venga en gana.

Por lo tanto, todo ataque a la Iglesia Ortodoxa y a sus símbolos no deja de ser un insulto a una comunidad religiosa entera.

¡Stop cristianofobia!